“En una loma, propiedad de los Adalid, se dice que
hay un gran tesoro enterrado. Corren aquí mucho leyendas acerca de estas
escondidas riquezas de los indios; pero es bien poco el oro que se ha recobrado
de esas tumbas en los cerros. Alguna que otra vez se ha hallado oro, mas no por
la búsqueda en las montañas, ya que son pocos los que desean correr el riesgo
de tirar su dinero en busca de lo que probablemente resulten ser sólo tesoros
imaginarios; su hallazgo ha sido obra de la casualidad; en ruinas de casas
antiguas, donde sus propietarios le enterraron para ponerlo a salvo en tiempos
de la revolución; quizás, sin ir más lejos, en los días de la expulsión de los
españoles”.
Madame Calderón de la Barca.
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