Los montes de Tizapan se encuentran más allá de
Chapultepetl, entre el Pedregal y el río Mixcoac, arriba de Coyoacán; fue en
ese lugar aislado, de rocas y cuevas secretas, donde el guerrero Ixcoatl
escondió el tan anhelado tesoro que Hernán Cortes buscó incesantemente sin
encontrarlo.
Los años pasaron y aquellas extensas terrenos fueron
cedidos por su Majestad el Rey de España a título de encomienda a los españoles
conquistadores, posteriormente fueron adquiridos por el cacique de Coyoacán,
don Felipe de Guzmán Itzolinque, quien a su vez, decidió donar parte de esos
terrenos a la orden religiosa de los carmelitas descalzos.
Los años pasaron y
los guerreros aztecas guardianes de ese tesoro, dejaron de profesar sus
creencias religiosas, para convertirse al cristianismo, no sin antes de
conservar muchas de sus costumbres, algunas de ellas, ya tan inexplicables como
guardar el secreto de aquellos tesoros escondidos que carecían de dueño, pero
que paradójicamente pertenecían a solo unos cuantos hombres que no deseaban que
nadie los descubriera. Estos guardianes, siempre desconfiados de las
autoridades virreinales, conservaron también durante muchos años su record en
contra de los españoles, no así de los monjes carmelitas a quienes supieron
otorgar su confianza.
A más de cien años de haberse escondido el tesoro de
Moctezuma, sobre los montes de Tizapan, los terrenos fueron propiedad de la
orden religiosa de los carmelitas, quienes delimitando sus extensas
territorios, construyeron dos iglesias, uno de ellos abajo en la planicie en el
poblado de San Jacinto Tenanitli, llamándole después San Angel y otro más
arriba, cerca del poblado de Cuajimalpa,
donde edificaron un Convento en un lugar llamado Santo Desierto de Nuestra
Señora del Carmen de los Montes de Santa Fe. Más conocido como el Desierto de
los Leones, en honor a una familia de abogados de apellido León, defensores de
la orden religiosa.
La orden de los carmelitas con el apoyo de los
guardianes del tesoro, fueron construyendo durante generaciones de años, una
red de caminos secretos, aprovechando las condiciones geográficas de los
montes, barrancos, ríos, peñascos, cuevas, cavernas; logrando conectar tanto la
Iglesia del Carmen en San Ángel, como al Convento del Desierto de los Leones.
En dichos caminos secretos, no solamente se siguió guardando el tesoro de
Moctezuma, sino que también, sirvió como bodegas ocultas, donde la orden
religiosa de los Carmelitas custodiaba las riquezas que sus feligreses que en
compra de indulgencias les obsequiaban o se los dejaban en depósito. Los
tesoros acumulados, fueron siempre vigilados ya no por los guardianes, sino por
los hijos de estos, una generación de hombres valientes desobedientes de la
autoridad y cómplices de la misma, en sus actos inmorales y corruptos.
A inicios del siglo XIX y con las noticias
provenientes del reino España, referentes a la detención del Rey Fernando VII y
del usurpador de la Corona José Bonaparte; las autoridades virreinales
encabezadas primero por el Virrey José de Iturrigaray y después por Pedro
Garibay, temieron la ocupación francesa de la Nueva España, así que decidieron
trasladar todo el oro y la plata acumulada de la hacienda pública del
virreinato, inclusive hasta cargamentos de pólvora y parque, a la orden
religiosa de los carmelitas de los descalzos, para que éstos las custodiaran
por siempre, en los lugares secretos que sólo éstos conocían.
La revolución de 1810 culminó en 1821 con la
independencia de México. Mientras que los tesoros acumulados de los carmelitas
permanecieron ocultos y ahora censurados ante la posibilidad de que los mismos,
fueran descubiertos por los gobernantes corruptos del México Independiente. Por
gente enferma de poder y de ambición, como don Antonio López de Santa Anna.