Jesús Melgar sobrino del
coronel Mario Melgar Gutiérrez y Mendizábal, siempre quiso ser abogado.
Estudiar Jurisprudencia y convertirse en algún funcionario del Supremo
Gobierno. ¡Pero la vida no le dio esa oportunidad¡. Mejor dicho, sus quince
años de edad, lo hacían sentir, el más infante de todos los adultos y el más
adulto de todos los infantes. ¡Tenía que darse cuenta de su triste realidad. El
país que le toco vivir, no le brindaba otra oportunidad, más que seguir el
ejemplo de su padre, de enlistarse al ejército, para servir a la patria.
- Ser como mi tío.
Enlistarme al ejército, hacer una carrera militar que le permitiera alcanzar un
mejor nivel de vida. Después de todo, su señor tío a quien quería como su padre
así lo había hecho, bien o mal, su posición social no era, si bien es cierto,
de la alta sociedad, tampoco lo era de la baja. Estudiar leyes, le resultaba
económicamente más difícil, en virtud de que no provenía de una familia de
abogados; así que decidió enlistarse, en el Colegio Militar.
Bien o mal gozaba de la
recomendación de su tio el Coronel Mario Melgar Gutiérrez y Mendizábal; amigo
por cierto, del general Antonio López de Santa Anna. Así que bien o mal, su
ingreso al Colegio Militar era casi un hecho seguro. Se convertiría en cadete
de la escuela de cadetes, donde cursaría estudios en el arte de las armas, para
salir en unos cuantos años, con un alto grado castrense y poder así, ofrecerle
algo a su novia.
¡Fernanda¡. Amo a Fernanda.
No se si sea su cabello, su cuerpo, el tono de su voz, su persona, no lo sé;
todo a ella la amo. Por más que Jesús Melgar volteaba a buscar a otra mujer con
las mismas características que de Fernanda, no encontraba; pareciera que su
novia, fuera única entre todas las mujeres, ninguna más se le parecía; quizás
podían ser más altas, de piel blanca, rubias inclusive; podían llegar a ser mujeres
mucho más hermosas que Fernanda; pero para Jesús, su novia, era única entre
todas; era una reina, su amada reina, a quien como príncipe azul, tenía que
vencer los dragones y los ogros, para estar junto con ella. Para acariciarle el
cabello, tomarle la mano y en la intimidad de la soledad, darle un beso a los
labios, para decirle, lo tanto que la amaba.
Fernanda, te amo. Tanto es
mi amor por ti, que estaría dispuesto a ofrecerte mi vida entera. ¿Pero que
podía ofrecerle un muchacho como yo? Se preguntaba una y mil veces Jesús
Melgar, quien se encontraba acomplejado de su baja estatura, del color moreno
de su piel; por momentos el mismo se odiaba, de ser una persona de baja
estatura y de piel tan oscura, que si en el México independiente no hubiera existido
la guerra de la independencia, él estaría condenado a que lo confundieran por
mulato, quizás por esclavo negro, sería objeto del maltrato y condenado a vivir
una casta, que más aún, le imposibilitaría el tan sólo aspirar, a convertirse
en un cadete militar. ¡Sería un simple soldado sin botas, condenado a morirse
en la primera batalla, al servir de carne de cañón.
Su tio, el Coronel Gutiérrez,
apoyo con entusiasmo el que su sobrino, optara por la carrera a las armas.
Había que continuar con esa tradición militar que el mismo había inaugurado.
Mientras que su tía, Esperaza Valles, pedía a Dios, que su sobrino, a quien
también quería como su hijo, no repitiera la experiencia militar de su tio, de
servir con esmero a la patria, de morir casi por ella, para que de un día a
otro, fuera encarcelado y expulsado del ejército, al grado de también,
confiscarle sus bienes.
Agustín Jesús Melgar, sería
cadete militar, se lo dijo a su novia Fernanda, quien no pudo comprender,
porque esa decisión precipitada de su novio. Porque le tenía miedo a
enfrentarse a su padre, el distinguido y famoso escribano Alfonso Martínez del
Valle, y decirle a quien sería su suegro; que amaba a su hija; que quería
casarse con ella, para hacerla la mujer más feliz.
¡Jesús¡ …¿Serás un cobarde
para no decirle a mi padre que me amas?. ¿Tanto te subestimas que no te crees
lo suficientemente hombre, para pararte frente a mi señor padre y pedirme en
matrimonio?. ¿Por qué irte al Colegio Militar, sino tienes vocación por las
armas?. ¿No querías ser abogado como mi padre?. Quizás con coraje, con algo de
rabia y de un sentimiento oprimido que por momentos amenazaba con el llanto en
ira, Fernanda no podía entender la decisión de su novio. ¡En que había
fallado?. ¿Por qué no podía su novio escoger la carrera de leyes, porque
diablos tenía que ser un militar. De esos que solamente saben desfilar en las
calles, pronunciarse en alzamientos populares, para luego después, perder la
vida, a veces de la manera más tonta.
Jesús había tomado esa
decisión, porque su ingreso en el ejército le daría un mayor status en la
sociedad, que el convertirse en un aristócrata civil para dedicarse a las
leyes. Luís bien o mal, se había dado cuenta, que en el país, era gobernado por
los militares, no por los civiles. Así que ante la imperiosa necesidad de
alcanzar una posición social y consolidar un patrimonio, eran requisitos
obligatorios para formar una familia respetable con Fernanda; pero sobre todo,
de conseguir la autorización de su suegro. Es por eso que había decidido
ingresar a las filas militares para poder en menos tiempo de lo que podía
tardar un futuro abogado, tener algún peculio lo suficientemente redituable,
paras poderle ofrecer algo a la hija de tan distinguido escribano.
Por eso ingresare al Colegio
Militar. ¡Porque te amo Fernanda¡. ¡Porque quiero casarme contigo y ofrecerte,
los mismos lujos que te da tu padre. ¡Porque te quiero tanto¡, que pienso todos
los días en ti. Fernanda, ¡mi amada Fernanda¡.
Había que seguir simulando
ese noviazgo. Esas salidas a misas, que realmente, eran paseos por la Alameda
Central; había que besarla en aquellas ocasiones en que el parque y las
condiciones del ambiente así lo permitían. Había que darle aquel beso tierno,
sincero y puro en su mano, en la frente, en la mejilla y en los labios, para
decirle a ella, lo tanto que la amaba. Que sería capaz de morirse por ella, de
tomar inclusive la difícil decisión, de alistarse al Colegio Militar.
Fernanda le apasionaba esta
aventura. Le encantaba y disfrutaba al máximo, esta sensación de engañar a sus
padres, haciéndoles creer que iba a misa, como buena cristiana que era, cuando
realmente, lo que hacía, era hablar a escondidas con aquel joven admirador.
¡Era feo¡ No podía negarse que su estatura y el color de su piel, eran motivo
suficiente para que ese hombre, fuera rechazado por cualquier mujer. ¡Brillante
favor le hacía a Jesús, con andar con él, ella tan bonita, tan alta y
distinguida, de piel blanca y cutis suave; junto a este muchacho oscuro, bajo
de estatura y de una apariencia de pobre, que no podía disimularse.
Pero aunque Luís fuera el
hombre más moreno y bajo del mundo, Jesús era un hombre de buenos sentimientos.
Tenía una simpatía que podía contrarrestar cualquier defecto físico que tuviera,
inclusive su estatura o el color de su piel. Nadie tenía la inteligencia de él,
pero mucho menos, ese sentido del humor, que la hacía reírse hasta carcajadas.
Esas ocurrencias de Jesús, eran tan divertidas, que como buena señorita que era
Fernanda, tenía que evitar a toda costa, reírse escandalosamente en la plaza,
cerrar con todas sus fuerzas la boca, taparse el rostro, para que no se viera
el color rojo de su pie, resistiendo las ganas intensas de abrir la boca y
dejarse contagiar por lo más chusco, estallar en voz alta el grito de la risa,
tan agradable, tan hermoso, más aun, en la presencia del novio clandestino.
Reprimir a toda costa la risa, aunque los ojos lagrimearan por el placer de la
risa silenciosa.
¡Jesús¡…mi amado Jesús. Que
lástima que su condición física no sea el único impedimento para sostener una
relación duradera con él, sino también, su origen social y racial. Aunque fuera
hijo de un militar y decidiera él iniciarse en la carrera de las armas,
seguiría siendo toda su vida, descendiente de indios. De la chusma que no sabe
otra cosa que emborracharse e irse de fiesta a fiesta, a olvidarse de su
pobreza. ¡Mi padre no lo aceptaría¡.
Jesús tomo la difícil
decisión, aunque Fernanda no lo aceptara, no lo comprendiera; ella se molesto
tanto con su pretendiente, que de su rabia, su llanto, nació su indiferencia,
su desprecio, posteriormente su olvido. Jesús ingresaría a cursar sus estudios
en el Colegio Militar de Chapultepetl, aunque en su momento no lo entendiera su
novia, se enojara o inclusive amenazara con olvidarlo; sería a la larga la
mejor opción para los dos. Por lo que habiendo averiguado Jesús cuales eran los
requisitos para su ingreso, sabía que necesitaba la constancia que acreditara
estudios básicos, el certificado medico de salud, así como el consentimiento
escrito de su padre o tutor.
Su sólo ingreso a la
Institución, exigía no solamente cumplir con los requisitos administrativos,
sino también, de la recomendación y del financiamiento de los estudios y del
internado, que de los padres del cadete, podían hacerle al aspirante. De tal
manera, que el Coronel Melgar Gutiérrez y Mendizábal, quien aún con los pocos
ahorros, que le quedaban, derivado de las rentas obtenidas durante sus más de
tres décadas al servicio de las fuerzas armadas; no dudo en apoyar a su sobrino,
quien al igual que él, seguiría su ejemplo. Pagando con ello, de sus propios
ingresos, la obtención del certificado de conocimientos que hiciera costear la
preparación académica y militar de su menor pariente:
-
.
Jesús agradecido con los
últimos favores que le hacía su tio padrino, previo a su emancipación, leía
hasta el cansancio, cada uno de sus documentos obtenidos: - “El profesor de
Primeras Letras Cosme Varela. Certifica en toda forma que habiendo estado bajo
mi dirección el Joven Agustín María José Francisco de Jesús de los Ángeles
Melgar Sevilla, se le enseño en el establecimiento público de mi cargo, a leer,
escribir, ortografía, gramática, las cuatro primeras de Cuentas; así como
también, nociones de teología. Y a pedimento del interesado y para los usos que
le convenga, doy la presente en México, a 24 de enero de 1845” – Con todo el
orgullo y el ímpetu, leía también el dictamen medico – El profesor en Medicina
y Cirugía que suscribe: certifica y jura haber reconocido al joven Agustín
María José Francisco de Jesús de los Ángeles Melgar Sevilla, a quien no he
encontrado en su naturaleza vicio corporal ni enfermedad aguda o crónica que lo
inutilice para la carrera militar, estando completamente sano y bien conformada
su constitución. Y para la debida constancia del solicitante, doy a éste el
pedimento, para el fin que le convenga. Firmo en Méjico a 25 de enero de 1845.:
- Faltaba el consentimiento de su Señor padre, quien orgulloso de la decisión
de su hijo, a este le pregunto: “Jesús, el servicio militar es una profesión,
una forma de vida a la que debes tomar en serio. Servir a tu patria, pero
también, convertirte en un hombre de bien.”. “Aceptas convertirte en soldado
del ejército mexicano”, “A servir a la patria hasta el final”, “A poner por
debajo tus intereses personales, por el bien del país”, “Estarás dispuesto a
morirte con la dignidad y el orgullo que te brinda el uniforme centinela”. “Si
aceptas, cursa con entusiasmo tu preparación militar, entrégale a ella si es
posible tu vida, si te equivocares en tu profesión, no vuelvas jamás a tu casa,
que ni como padrino, ni mucho menos como militar que también soy, aceptare la
ofensa que mi ahijado me haga de desertar de esta noble profesión, al que
gracias a ella, pude sostener decorosamente a tu madrina y a vos primos y
hermanos”. - Acepto padrino, acepto, aunque no quiera decirte el verdadero
motivo de mi ingreso al Ejército. Aunque te niegue que no es por amor a las
armas, sino por que vivo enamorada de Fernanda, por la que he decidido
alistarme al Colegio Militar.- Como no decirte eso padrino, como ocultarle la
verdad de mis sentimientos y decirle que mi ingreso a la Corporación, obedece,
no a la amor a la patria, sino al enamoramiento que le profeso en secreto a mi
novia Fernanda.
Coronel del Ejército Trigarante de la
República Mexicana; veterano de combate en las expediciones militares de
Tampico, Texas y Veracruz; así como del Ejército de la República: Mario Melgar Gutiérrez
y Mendizábal; a Vuestra Señoría comparece y hace presente que estando
pretendiendo mi sobrino Agustin María José Francisco de Jesús de los Angeles
Melgar Sevilla ser admitido de alumno en el Colegio Militar le tengo dado mi
consentimiento para que así lo haga, y además para que terminado el tiempo que
según las disposiciones vigentes deba permanecer en dicho establecimiento
continué con la gloriosa carrera de las Armas. En consecuencia me obligo a
ministrarle el calzado y la ropa interior que necesite durante su permanencia
en el repetido establecimiento, aceptando el uniforme que debe portar, así como
la distinción que de su Señoría, haga de la admisión a la Corporación de mi
menor hijo. Por lo que a Vuestra Señoría Suplico se sirva consentir benignamente
este escrito con lo que recibiré gracia, jurando lo necesario. México Enero 25
de 1847.
La firma del padre de Jesús
estaba estampada. Por lo que éste emocionado por tener ya con cada uno de los
requisitos, busco desesperadamente a su novia Fernanda, quien esperando las
horas a que saliera de su casa, con la excusa de asistir a la misa, rogó a su
nana le permitiera estar con su novia, tan sólo unos minutos para comunicarle,
su decisión de ingresar al Colegio Militar.
Pero Fernanda no le gusto la
idea, le pidió a Jesús que reconsiderara su decisión. Que por favor no la abandonara, que en todo
caso, estaría dispuesto a fugarse con él y olvidarse, si ese fuera el caso,
irse a vivir a Puebla, a Veracruz, a donde fuera; lejos de México; a un lugar
donde nadie los conociera y pudieran vivir juntos, queriéndose siempre, sin el
miedo o el reproche, de lo que pueda decir la sociedad, ni mucho menos de su
señor padre. Pero ella no entendía, que el amor y el respeto que Jesús le
tenía, no le permitía vivir un matrimonio fugitivo; no había sido educado para
vivir en el concubinato o amasiato, en la relación clandestina y pecadora;
quería casarse con ella, pero siendo el hombre del bien, que sus padres de él
habían formado.
Agustín María José Francisco de Jesús de los
Ángeles Melgar Sevilla, de quince años de edad, sobrino del Coronel Mario
Gutiérrez y Mendizábal, miembro del Ejército Trigarante y de las Fuerzas
Armadas de la república mexicana, veterano de las expediciones militares de
Tampico, Texas y Veracruz; así como de la honorable Señora Esperanza Sevilla;
ante Vuestra Señoría manifiesto que deseoso de servir útil a la Patria en
cualquier momento, con el debido respeto y consideración que de su servidor
puedan otorgarme; teniendo la salud y la edad necesaria, así como los
conocimientos básicos; ruego a Usted se sirvan admitir mi propuesta como cadete
del Colegio Militar; pidiendo a Vuestra Señoría mi admisión al establecimiento
que dignamente preside; acompañando a mi solicitud certificado de salud y de estudios,
consentimiento de mi Señor padre, así como fe de bautizo; suplicando de nueva
cuenta, se sirva admitir mi solicitud en la clase de alumno de ésta Institución
que distinguidamente manda, en lo que recibiré gracia y merced. México Enero 25
de 1847.
Jesús estaba decidido a
registrar su documentación en la Oficina de Ingresos del Colegio Militar. Había
firmado ya su solicitud, con la esperanza de que fuera en el menor tiempo
posible admitido, para que pudiera de esa forma, convertirse en el joven cadete
cuyo traje militar pudiera compensar el status social que su estatura o su
condición racial, no le permitían.
Pero Fernanda lloro
inconsolablemente, aquella tarde, en que Jesús le comunico su solicitud de ingreso
al Colegio de Armas. Lloró en la soledad de su recamara, sin que sus padres lo
vieran, lloró de la tristeza, de la desilusión, perdiendo toda la esperanza de
volver encontrar en la vida, a otro hombre, igual de agradable que su amado Jesús.
Aquella tarde, Fernanda lloró sin que nadie la viera, ni siquiera su propia
madre Amparo Magdalena, menos aún su nana, que sabía toda la verdad; rogando a
Dios, que el Colegio Militar rechazara la solicitud de su amado.
Sin embargo, habiéndose
cumplido los trámites administrativos previos a la admisión, Dios no quiso
intervenir ante los rezos de Fernanda, pues días después de formulada la
solicitud, Jesús recibió la respuesta que el Director del Colegio Militar hacía
de la petición de Jesús.
Coronel Mario Melgar Gutiérrez y Mendizábal.
Hacemos constar que en atención a la solicitud
vertida por su sobrino, el joven Agustín María José Francisco de Jesús de los
Ángeles Melgar Sevilla, a través del cual pide su admisión como alumno de este
establecimiento; y habiendo hecho la Junta Gubernativa la certificación
correspondiente; resulta el aspirante tener todas las circunstancias del
Reglamento para dicha clase, en tal virtud informo a Vuestra Señoría, que se
tiene por admitido el ingreso del referido a esta Corporación. Debiendo
apersonarse el citado a éste Colegio, para su debido juramento y alta a la
Institución. ¡Dios y Libertad¡. México 2 de febrero de 1845.
Jesús estaba contento de la
respuesta satisfactoria del Colegio Militar, su ingreso le permitía, tener la
estatura moral y social, para enfrentarse tarde o temprano a su futuro suegro;
sin embargo, en alguna parte del mundo, algún corazón de mujer lastimada, no
lograría jamás entender esta decisión.