Lejos estaban ya los días,
de la revolución que estallara en Dolores Guanajuato en 1810, los actos de
vandalismo que encabezara el padre Miguel Hidalgo, mismo que pese a su
excomunión, muerte y decapitamiento, fuera secundado por otro insurgente, el
párroco de Zitacuaro José María y Morelos, mismo que declarara ante la
resistencia del Ejército Realista, en los Sentimientos de la Nación que la
“América es libre e independiente de España y de toda Nación, Gobierno o
Monarquía”. De esta manera, México declaraba su independencia de la Corona
Española; sin embargo, no sería hasta el 27 de septiembre de 1821, cuando ante
la comunidad de las naciones del mundo, el autoproclamado Imperio Mexicano,
nacía como un Estado libre y soberano. Autoproclamándose haber salido de la
opresión en la que vivió trescientos años, habiendo consumado la empresa
eternamente memorable que “un genio superior a toda admiración y elogio, por el
amor y gloria a su patria, principió en Iguala, prosiguió y llevo a cabo,
arrollando obstáculos casi insuperables. – El ilustrísimo Agustín de Iturbide.
Claro, la nueva Nación,
sería reconocida políticamente por otros Estados y su forma de gobierno, sería
la monárquica limitada por una Constitución, de conformidad a lo pactado en el
Plan de Iguala y a los Tratados de Córdoba; entre tanto ocurriera eso, se
designaría una Junta Provisional y una Regencia, a efecto de hacer la
invitación al Serenísimo Rey de España Fernando VII para que éste aceptara la
Corona Mexicana. En caso de su negativa, el Infante Carlos o el heredero de
Luca, el serenísimo infante de España Don Carlos Jesús y en caso de la negativa
de todos estos; aquellos que designaren las Cortes Españolas.
A consecuencia de lo
anterior, los treinta y ocho miembros de la Junta Provisional Gubernativa,
realizo como primer acto político y jurídico, fijar los títulos con el que se
legitimaba la autoridad del caudillo; lo aclamaron como generalísimo de las
armas de mar y tierra o simplemente almirante generalísimo; se le asignó un
sueldo de ciento veinte mil pesos anuales, mismos que le serían pagados en
forma retroactiva desde el 24 de febrero del 1821, fecha en que acordó el Plan
de Iguala con el insurgente Vicente Guerrero, constituyendo el Ejército de las
Tres Garantías – Religión, Independencia y Unión – con el que varios militares
realistas, se adhirieron a la causa de los insurgentes. A parte de lo anterior,
la Junta Gubernativa otorgo a Iturbide un millón de pesos de capital propio,
regalándole también un terreno de veinte mil leguas en el cuadro de la provincia
de Texas, dándole el trato de Alteza Serenísima.
La Junta Gubernativa
proclama el acta de independencia de la nueva nación independiente. También
emitió la formación de un Congreso Constituyente, mismo que se instaló a un año
de proclamarse el Plan de Iguala, mismo que juro, que la religión católica
sería la única con exclusión e intolerancia de cualquier otra, al igual que
respetar los Tratados de Córdoba en lo referente a los llamamientos del trono
de los príncipes de la Casa de Borbón; hasta que por la iniciativa de un
diputado de nombre José María Fragoaga, propuso declarar al Congreso, como ente
soberano.
Obviamente el templo jesuita
de San Pedro y San Pablo, lugar donde sesionaba el congreso constituyente, se
conmovió con la propuesta del diputado Fragoaga, el cual al ser aprobada por el
pleno, facultaba a los representantes del recinto, a declarar la forma de
gobierno que mas le complaciera, sin encontrarse la misma limitada a lo que
dispusieran los acuerdos políticos sostenidos con anterioridad, o al
consentimiento o la aceptación de la independencia que de la misma hiciera la
alta nobleza española, o sus respectivas Cortes. Razón por la cual, ante la
negativa de España de reconocer la independencia de México, una muchedumbre
turbulenta compuesta por soldados y el populacho, asalto la tribuna del
Congreso, quien habiendo presionado a los diputados, entre sus gritos y la
euforia que produce el apasionamiento político, declaro a Iturbide como
Emperador de México.
-
En verdad, fue proclama
popular, el que nombró a Iturbide Emperador de México. – Pregunto el maestro
Salcedo Salmorán, al decano el Doctor Samuel Rodríguez, ilustre profesor de la
Academia de Jurisprudencia, egresado de la Universidad de Salamanca, quien
alguna vez fungiera como asesor en el Consejo de Indias, en Madrid España.
-
No lo creo licenciado. Ese
acto vergonzoso que le acabo narrar, fue el primer golpe de Estado. El primero
de tantos, con el que iniciamos nuestra vida nacional y con el que comienza la
desgracia política de nuestra joven patria – el Doctor Rodríguez, se disponían
a impartir su respectiva cátedra de Derecho Publico, no sin antes, de continuar
con la disertación política que le comunicaba a su ayudante, el licenciado Jorge
Enrique Salcedo Salmorán.
-
Algo, que sigo sin entender,
es porque nuestra patria, inicio con esta inestabilidad política. Que yo sepa
en Norteamérica, no ha sucedido ningún golpe de Estado; pues es de todos
conocidos que en casi sesenta años de edad, sólo ha tenido dicho país una constitución
política y nueve presidentes, a diferencia de nuestro país, que con tan sólo
veintitrés años de edad, hemos pasado por tres constituciones políticas y más
de quince presidentes.
-
¡Efectivamente¡. México
nació dividido. Los insurgentes que iniciaron la revolución de 1810, fueron
doblemente derrotados por los realistas españoles. Fueron ellos los que ganaron
militarmente, aniquilando a Hidalgo y Morelos. Para posteriormente, hacerlo en
forma política, con la coronación de Agustin de Iturbide y la llamada
consumación de la independencia. ¡Es obvio que México nace dividido¡. Los
enemigos de la independencia de México, durante la época de Hidalgo y Morelos,
fueron los mismos que logran su consumación.
-
Será por eso, que años
después, Iturbide fuera desconocido. ¿No cree que fue hasta 1824 con el Plan de
Casa Mata, cuando México adquiere realmente su independencia.
-
¡No mi distinguido
licenciado¡. La verdad es que México no adquiría su independencia política
hasta en tanto, no logre definir su rumbo político, su forma de gobierno y su
posición de supremacía ante la Iglesia Católica. Sepa que el Plan de Casa Mata,
constituye, la segunda revuelta militar en este país, en la cual bajo el
argumento de defender el Congreso que había sido disuelto por Iturbide, se
propone un gobierno republicano de corte federal, similar al de los Estados
Unidos, en atención a la propuesta de las logias masónicas provenientes de
Norteamérica.
-
¿Y no le parece eso bien?.
El Doctor Rodríguez, se
quedo mirando a su asistente, con un gesto que bien podía leerse, el asombro de
la estupidez y la ingenuidad de su ayudante.
-
¿Bien para quien?. Para
Estados Unidos o para México.
-
Para México obviamente.
-
Licenciado Salcedo, no sea
tan ingenuo como parece serlo. El federalismo mexicano no puede implementarse
en una cultura como la mexicana, donde no se cuenta con una cultura democrática
como la que existe en Inglaterra o en los Estados Unidos; no olvide el
autoritarismo de los aztecas y el centralismo con el que el Rey de España
gobernó durante trescientos años la Nueva España. ¿Cómo es que piensa Usted que
el federalismo americano pueda ser compatible en una cultura como la mexicana,
donde no existe antecedente alguno de asambleismo, más que del autoritarismo
del Rey, mismo que ni siquiera se encontraba en México. ¡Vaya¡; donde los
asuntos regionales, no se discutían entre la gente de la comunidad, sino que
los resolvía los funcionarios de la ciudad o del otro lado del Océano?. ¿Cómo
piensa Usted, que México pueda tener un federalismo al más estilo americano, si
ni siquiera cuenta con la experiencia de un Poder Judicial?; no olvide, que la
máxima autoridad legislativa, ejecutiva
y judicial durante esos trescientos años de dominación, era el Rey de
España; y que si bien es cierto, existía un tribunal al que denominaban Consejo
de Indias, mismo que asesoraba al monarca en los asuntos relacionados con las
entonces provincias americanas, sus disposiciones no eran cumplimentadas. De
que servia que el Rey, o el Consejo de Indias, prohibiera el maltrato a los
indios, si los peninsulares de América, alejados del imperium de la autoridad
española, hacían aquí, lo que se les daba la gana. ¿Cómo puede creer que el
federalismo americano, pueda darse en una sociedad como la nuestra, que no se
encuentra acostumbrada a discutir civilizadamente, sobre los asuntos políticos,
ni tampoco, a respetar los actos de sus gobiernos legítimos?.
El gobierno monarca de Iturbide, disolvió el Congreso en 1822; lo que
provoco varios levantamientos militares. Entre ellos el Plan de Casa Mata,
revuelta encabezada por el general Antonio López de Santa Anna, distinguido
militar, que se proclamo “protector de la federación” y “fundador de la
república”, sin que el susodicho, supiera que era una república, ni mucho menos
una federación.
Esos eran los tipos de comentarios que el Doctor Rodríguez, siempre decía
en sus conversaciones, siempre tan amenas, tan criticas y con momentos de una
reflexión política, que difícilmente, su ayudante Salcedo, podía encontrar en
otros distinguidos académicos.
La “revuelta popular” de 1823, desemboca un federalismo, muy a la mexicana.
Guanajuato, Morelia, San Luis Potosí, Zacatecas, Oaxaca, Guadalajara y
Querétaro, exigieron la convocatoria a un congreso constituyente que resolviera
una forma de gobierno federal; mientras eso ocurría con algunas asonadas
militares, representantes de Texas, Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas, se
reunieron en Monterrey, para proponer una federación con México; al mismo
tiempo, que la provincia de Guatemala se separaba de México. Lo mismo hizo
después, Oaxaca, Guadalajara, Colima y por supuesto Yucatán. En pocas palabras,
el país apunto de desintegrarse de la noche a la mañana. Sólo pudo unificarse,
con la propuesta que hicieran Fray Servando Teresa de Mier, José del Valle y
Ramos Arizpe; al presentar las bases constitucionales de una república federal.
-
¿Ahí nace la independencia
política de nuestro País?.
De nueva cuenta, el Doctor Rodríguez, se quedó mirando a su ayudante,
volviendo decir mentalmente, lo idiota que era su asistente. Seguía sin
entender, que el federalismo mexicano convenía a los Estados Unidos, por
preferir a un país dividido en varios que unido en sólo uno. Que detrás de la
conspiración de 1823, se encontraba el embajador Poissent y sus agentes
infiltrados, a través de las logias masónicas.
¡Claro que había razón en el Clero¡. La religión católica era el único
factor de unidad nacional. Permitir la intromisión del protestantismo, en suelo
mexicano, sería a la larga un factor más de división política y social. ¡Obvio
que tenía razón el clero, al imponer como religión única el catolicismo. Si aun
siendo ésta la única religión, los colonos del norte del país, invadían poco a
poco el territorio nacional, bajo la amenaza, de que tarde o temprano,
buscarían su separación de la joven república mexicana. Por ello, los culpables
del desorden en que vive el país, eran los masones y sólo ellos, quienes al
proclamar la libertad de cultos y su forma de gobierno republicana federal, lo
único que provocaban era mayor división entre los mexicanos. Que nadie se dio
cuenta que durante los trescientos años que gobernaron los virreyes, no habían
existido tantas revueltas militares, como las vividas en los últimos años.
-
El federalismo mexicano, fue
el tipo de gobierno que se aplico en el país, de 1824 a 1836. Durante esos años, conforme a lo dispuesto a
la Constitución, debió de haber existido tres periodos presidenciales y al
menos seis legislaturas. ¡Pero la verdad, no fue así¡. Guadalupe Victoria sería
el primer presidente Mexicano, por el periodo que corre de 1824 a 1828,
terminando su periodo presidencial, México vuelve a mostrar su falta de madurez
política, al igual que evidenciar ante la historia, la calidad moral de sus
gobernantes.
Que verdad seguía teniendo el clero católico, al acusar en sus círculos más
privados, que los masones eran los que habían provocado la división política
del país. ¡Había que excomulgarlos a
todos¡. ¿Qué intenciones tenían el proponer esa forma de gobierno tan
incompatible con la forma de vivir del pueblo mexicano, que era el dichoso
“federalismo”. Ninguna otra intención, que dividir el país, apropiárselo,
fomentar la política expansionista del pais. Texas sería el ejemplo. El complot
orquestado para que Norteamérica se apoderada de Texas, fue deliberadamente
planeada, desde estas malditas logias de pseudo libres pensadores, gente sin
escrúpulos que atentando contra la Santa Fe, sirven a los interés políticos mas
mezquinos del mundo.
Habiendo terminado el periodo presidencial del general Guadalupe Victoria y
teniendo nuestro país, la primera oportunidad de mostrar su apego total a las
instituciones de un gobierno republicano, democrático y federal; surgieron dos
candidaturas presidenciales, cada una de ellas postulados por dos respectivas
logias masónicas; los yorkinos quienes escogieron al insurgente Vicente
Guerrero y los escoceses hicieron lo mismo, al elegir al Señor Manuel Gómez
Pedraza. ¡Malditos mercenarios de buena educación¡ el resultado constitucional,
fue el triunfo del señor Pedraza, sin embargo, el candidato perdedor se
inconformo con el resultado de la elección y envalentonado, por sus secuaces
los militares, en particular, por el general Santa Anna, “el héroe de Tampico”,
decidieron desconocer el resultado de la elección presidencial. ¿Cuál fue el
resultado de esa primera batalla ideológica entre la Constitución y los
militares?. La derrota del Derecho, de sistema político mexicano, la clara
evidencia de que el federalismo mexicano, era sola una farsa, una burda
imitación de una republica tan distinta en costumbres y en idiosincrasia como
la americana, nada que ver con el pueblo mexicano, donde sus mejores familias,
el clero y la clase militar, no estarían dispuestos a ceder a ningún cambio
radical proveniente del extranjero. El Congreso, nuestro digno congreso,
compuesto sólo por oradores leguleyos de baja cultura jurídica, decidió,
adherirse al “sentir popular” y proclamar, al general Vicente Guerrero, como el
futuro Presidente de México, quien seguramente gobernaría a México de 1828 a
1832.
-
Pero tengo entendido Doctor,
que a Vicente Guerrero lo fusilaron.
-
¡Claro muchacho¡. Los mismos
que apoyaron al general Guerrero en su aventura militar por el desconocimiento
a la Constitución, fueron los mismos, quienes también lo asesinaron. También en
el nombre, de la defensa de la Constitución.
No era para mas, Vicente
Guerrero era sólo un indio mulato sumamente iletrado y analfabeta, además de
ser todo un mugroso cuya vida salvaje, no le permitía portar con distinción, el
traje militar, ni mucho menos, la investidura que exige el ser Presidente
Constitucional de una república; un simple
ignorante de la política y la Jurisprudencia, un indio cuyo destino lo
convirtió en militar, no de carrera, sino del populacho, de la revuelta
insurgente, un simple títere, primero de los insurgentes, luego de Iturbide,
después del embajador americano Poissent, para finalmente, ser totalmente
manipulado por su amigo, el general Antonio López de Santa Anna.
El Plan de Jalapa sería la
cuarta revuelta militar, se da cuenta
Salcedo, en tan sólo siete años, habían existido en México ya cuatro revueltas
militares, cuatro hombres con atributos, que en nada se aproximaban a los
tlaltoanis aztecas; el Vicepresidente, también el general Anastasio Bustamante
y el otro militar, un tal Melchor Muzquiz, se alzaron en contra del gobierno,
apoyados, por la supuesta entidad libre y soberana de Veracruz, una región
meramente caciquil ya entonces controlada por Santa Anna. El ilustre presidente
de México Vicente Guerrero fue a combatir a los rebeldes, pero para eso,
Puebla, Veracruz y la misma capital en la Ciudad de México, existía toda una
revuelta militar, el cual nuevamente, el Congreso, cediendo a las presiones
políticas y sociales del momento, resolvió por conducto de la Cámara de
Senadores, a declarar a su Presidente como “incapaz” para gobernarnos.
¡Brillantes legisladores¡. Como no pensaron eso meses antes, cuando en contra
del resultado legal que le había dado el triunfo a Gómez Pedraza, fueron ellos
mismos quienes resolvieron, otorgarle la presidencia de la república, al
insurgente Vicente Guerrero. ¡Estúpidos legisladores¡, que un día votan y meses
después, vuelven a votar en contra por aquello por lo que ya habían votado a
favor. ¡Usted cree que con esos ilustrísimos legisladores, nuestro país, puede
aspirar a convertirse en toda una Republica¡.
Guerrero, termino igual que
Iturbide, al igual que Morelos e Hidalgo. Fusilado. Muertos frente al paredón
de los militares. Para 1829, el general Anastasio Bustamante se convierte en el
hombre fuerte del país, no en el Presidente, sino en el hombre fuerte del país;
un sujeto que gobernó despóticamente, un tipo sin fama y sin gloria, pero con
el poder que las arcas nacionales, la bendición papal y la fuerza que las
bayonetas otorga.
Anastasio Bustamante
gobernaría escasamente unos tres años, cuando de nueva cuenta, surge la quinta
revuelta militar. Esta vez un tal general Gabriel Valencia se levanta en armas,
pidiendo la destitución de Bustamante y la intervención de Antonio López de Santa
Anna, para que encabezara la revuelta. ¿sabe cual fue el resultado?. Los
gobiernos locales de Veracruz y Zacatecas desconocieron al Presidente, quien
imposibilitado y derrotado militarmente, renuncio al cargo, a fin de que la
revuelta pudiera de nueva cuenta, restaurar la valiosa e inmemorable
Constitución de 1824.
Manuel Gómez Pedraza, el
ilustre señor quien ganara la Presidencia frente a Guerrero y fuera destituido
por los militares en 1829; quien habiendo partido al exilio en Francia
regresara a México tan pronto se enterara que Guerrero fuera depuesto por el
Congreso en el nombre de la Constitución; el mismo Pedraza que al llegar al
Puerto de Veracruz se le impidiera su ingreso al país, con la excusa de que
evitara provocar mayores problemas a la Nación, habiendo partido a otro exilio
a Nuevo Orleáns; sin embargo meses después,
el ilustre e insigne Señor Gómez Pedraza, acepta regresar al país
invitado por los mismos militares que lo destituyeron, para que “concluyera”,
el periodo presidencial, que por derecho le correspondía.
¡Vaya¡ ¡Vaya¡. Valiente y
distinguida dignidad del señor Pedraza, aceptar ser el títere de los militares
que años antes lo habían destituido, para después, con el apoyo de ellos,
regresar al país. ¿Esa es la defensa de la Constitución?. ¿Podremos llamar a
todos estos distinguidos personajes de la vida política nacional, hombres
congruentes con sus ideas?. ¿Qué les representa el país?. ¿Qué ideales pueden
tener para que en sus discursos hablen de Constitución, Republica y
Federalismo, cuando son sus bayonetas quienes hablan por sus actos vergonzosos.
Y que decir de nuestros legisladores. De ellos, no quisiera decir comentario
alguno.
Gómez Pedraza gobernaría el
país tan sólo unos cuantos meses; los necesarios para que una vez restaurada la
Constitución de 1824, se convocara a elecciones presidenciales y fueran
declarados como Presidente y Vicepresidente de la República, nada menos y nada
más, que el general Antonio López de Santa Anna y el ilustre y por cierto,
dignísimo y respetadísimo doctor Valentín Gómez Farias.
¿Ese Santa Anna, quien
diablos era ese tal Santa Anna?, que hasta el día de la fecha, tiene un peso
político en el país. Un hombre amadísimo y por otros lados, tan odiado.
Admirado y temido. Héroe y villano. Patriota y según algunos rumores, un vil traidor. ¿Quién
diablos era ese tan Santa Anna, que de la noche a la mañana, se había
convertido en el político mas importante del país.
Santa Anna, el jefe militar
de Veracruz, quien se sumara al Plan de Iguala en 1821 y apoyara a Iturbide en
1821. El mismo, cuyos meses después lo desconociera y se autoproclamara el
“Protector de la Federación”; el mismo militar de buen trato, educado, de buen
porte militar con un elocuente discurso, digno de cualquier vulgar Casanova,
ese ilustre hombre, al quien no quisiera nunca en mi vida conocerlo, por evitar
conocer en este mundo, tipos más pedantes, soberbios e ignorantes, que los que
imparten clases en esta Academia. Ese sujeto, de cuyo nombre no quisiera nunca
mencionar, es el que ha destruido la nación; es la maldición del país; es el
que habiendo apoyado militarmente a Iturbide lo desconoce; quien impulsa a
Guerrero y nada hace para evitar su derrocamiento; el que desconoce a Gómez
Pedraza para luego después restituirle la magistratura que con la fuerza de las
armas se la había arrebatado. El ilustre general de Santa Anna, que no pudo
expulsar a los españoles de San Juan de Ulua, pero que se logra convertir en
héroe nacional y hasta en “Benemérito de la Patria”, por haber derrotado en
Tampico, con la ayuda del clima y de los mosquitos, al “segundo Hernan Cortes”
Barradas.
Ese es el hombre fuerte del
país. Es el que cuenta con el apoyo de todos los militares, de todos los
clérigos, de todos los hombres que se dicen cultos, inclusive, hasta de los
propios masones. Ese es el hombre, que gobierna el país y el que todavía no
existe hombre alguno en este país, que logre desenmascararlo y ponerlo en su
lugar.
En ese momento Salcedo pensó
en el general Santa Anna y en cada una de las palabras de su maestro. ¿Quién
pondrá en su lugar, al Supremo y Dignísimo Antonio López de Santa Anna?. ¿Quién
será el hombre valiente que logre derrocarlo y expulsarlo en forma definitiva
del país?. Creo que el Doctor Rodríguez es sólo un excelente analista político,
cuyas aulas universitarias lo esconden bien; no sabía después de todo, que bien
o mal, Santa Anna era el hombre fuerte del país, era el único mexicano capaz de
poner el orden dentro de esta anarquía en que se había convertido la república;
injusto reconocer sus cualidades de reconciliador, era el único político mexicano con poder de convocatoria.
Sin embargo, por otra parte, el Doctor Rodríguez, veía con simpatía a su alumno, había que reconocerle sus destellos de inteligencia que le hacían formular brillantes preguntas. Pero la verdad, era que Salcedo es un joven noble, de buenos sentimientos, pero por momentos demasiado imbécil. Un talento que bien podía aprovechar la Academia, pero que también, cualquier bastardo político podía echarlo a perder. ¿Cómo salvar a este muchacho y convencerle que no es en la política donde encontrara su vocación por la vida; que no es al servicio de los militares y de de sus panfletos revolucionarios los que lo llevarían a convertirse en un hombre libre. Por eso había que maltratarlo; había que mostrarle que el camino estaba en las aulas de la academia; que la verdad de la vida, de la que podía poner orden en la sociedad, estaba en la Jurisprudencia. ¡Bendito Derecho¡. Construir un país, una nación libre, independiente y soberana, por la gracia no de Dios, que es grande y misericordioso, sino por los hombres, quienes somos igual de sabios y justos, como la imagen y semejanza de nuestro creador, el Divino. Capaces de crear gobiernos donde los gobernantes vieran limitados sus atribuciones conformes a las normas que emitiera el Congreso y bajo la protección y tutela que otorgaran los hombres mas justos que pudiera ofrecer la República, que no eran ni los diputados, los clérigos, los militares, el presidente o cualquiera de sus burócratas, sino los jueces.
Pero aunque pensara eso el ilustrísimo Doctor Rodríguez, a éste le dolía reconocer el poder de convencimiento de Antonio López de Santa Anna. Él, era el único que podía sentar en la misma mesa, tanto a masones como a católicos, tanto a federalistas como a centralistas; Santa Anna bien o mal con todos sus defectos y virtudes, era el único ser humano en la tierra, capaz de sentar en la misma mesa a Dios y al Diablo.
Sin embargo, por otra parte, el Doctor Rodríguez, veía con simpatía a su alumno, había que reconocerle sus destellos de inteligencia que le hacían formular brillantes preguntas. Pero la verdad, era que Salcedo es un joven noble, de buenos sentimientos, pero por momentos demasiado imbécil. Un talento que bien podía aprovechar la Academia, pero que también, cualquier bastardo político podía echarlo a perder. ¿Cómo salvar a este muchacho y convencerle que no es en la política donde encontrara su vocación por la vida; que no es al servicio de los militares y de de sus panfletos revolucionarios los que lo llevarían a convertirse en un hombre libre. Por eso había que maltratarlo; había que mostrarle que el camino estaba en las aulas de la academia; que la verdad de la vida, de la que podía poner orden en la sociedad, estaba en la Jurisprudencia. ¡Bendito Derecho¡. Construir un país, una nación libre, independiente y soberana, por la gracia no de Dios, que es grande y misericordioso, sino por los hombres, quienes somos igual de sabios y justos, como la imagen y semejanza de nuestro creador, el Divino. Capaces de crear gobiernos donde los gobernantes vieran limitados sus atribuciones conformes a las normas que emitiera el Congreso y bajo la protección y tutela que otorgaran los hombres mas justos que pudiera ofrecer la República, que no eran ni los diputados, los clérigos, los militares, el presidente o cualquiera de sus burócratas, sino los jueces.
Pero aunque pensara eso el ilustrísimo Doctor Rodríguez, a éste le dolía reconocer el poder de convencimiento de Antonio López de Santa Anna. Él, era el único que podía sentar en la misma mesa, tanto a masones como a católicos, tanto a federalistas como a centralistas; Santa Anna bien o mal con todos sus defectos y virtudes, era el único ser humano en la tierra, capaz de sentar en la misma mesa a Dios y al Diablo.
El Doctor Rodríguez se quedó
mirando a su alumno, como si le leyera el pensamiento. - ¿Pero que puedes tu
saber sobre la política mexicana, si vives de ellos?. ¿No dudaría que conoces
al maligno de México?. ¿Serás un santaannista infiltrado en las filas de la
Academia?. ¿Será toda tu inteligencia aprovechada para servir a los intereses
más mezquinos de la patria?. Tu lugar es la Academia, naciste para ser
académico, para enseñar y formar hombres de bien, no ponerte al servicio
indigno de los políticos. Pensaba en todo esto el ilustrísimo Doctor Rodríguez,
cuando caminaba por aquellos pasillos de la Escuela disertando con su alumno de
estas cuestiones que sólo los hombres de letras podían entender. - ¡Qué lástima
si Salcedo se deja pervertir por esa masa de ignorantes y se deja tentar por
los corruptos gobernantes?. ¿Su lugar no era trabajar y servir vilmente a los
militares, su lugar está aquí conmigo. A
formar hombres libres, abogados justos, que ayuden a construir la
institucionalidad que exige el pais. Su lugar es la Universidad. Aprender,
conocer, enseñar, escribir y vivir para la academia.
-
Maestro, - preguntada
Salcedo - el último gobierno federalista, el del Doctor Valentín Gómez Farías,
no dejo en un estado anárquico el país; no cree que al atentar contra ciertos
intereses privilegiados como los que tiene nuestra Santa Iglesia Católica, no
ponía en riesgo, la estabilidad del país. No cree que Gómez Farías, en su
periodo como Presidente de la Republica, logra evidenciar, que no solamente es
la lucha por la legitimidad política la que debe refrendar nuestro pueblo, sino
también, hacer posible, el cambio en las estructuras sociales y económicas en
las que se encuentra cimentado el país.
-
Salcedo, debe Vos aprender
muchas cosas; algunas de ellas a informarse. A ser objetivo y analizar la
historia, pero sobre todo la política desde un enfoque crítico, que logre
anteponer en forma justa y en su acertada dimensión, la verdad de los hechos.
Tan pronto llegara a la
presidencia Antonio López de Santa Anna, éste solicitaría licencia en el cargo,
por motivos de salud, declarando su no ambición por el poder político que le
ofrecía a la Presidencia; se retiraría el más humilde hijo de la patria, para
retirarse a su Hacienda Manga del Clavo y permitir que fueran los hombres de
letras, las personas cultas que tuvieran conocimiento del Derecho, de la
Hacienda Pública, de la Geografía, de la Agricultura, la Minería y los recursos
naturales; los que gobernaran con sabiduría y justicia al país. Como el doctor
Valentín Gómez Farías, ilustre gobernador de Zacatecas, quien además de ser
amigo del general Santa Anna, le había ofrecido alguna fórmula para gobernar
eficazmente y sacar adelante el país, del enorme rezago económico y social en
el que se encontraba. – Se trataba, su Señoría, de ofrecerle una forma de
gobierno que lo convirtiera a Usted en un estadista, a la altura de Napoleón de
Bonaparte; un hombre patriota que se distinguiera no por sus méritos militares,
tan valiosos e imborrables, sino también por sus propuestas políticas, por su
visión de Estado, Patria y Derecho.
- Quizás eso fue lo que le dijo el ilustre
doctor Gómez Farías al general Santa Anna. Una plataforma política que
consistía en hacer posible las ideas políticas de los diputados Lorenzo de
Zavala y José María Mora. Había que combatir a la Iglesia Católica, restarle su
poder político, arrebatarle el control monopólico que éste ejercía sobre la
educación y la tierra. Una verdadera reforma, a la altura de la que en su
momento, había hecho la revolución francesa. Sólo que aquí, sería una auténtica
revolución mexicana, hecha acorde a las necesidades y conforme a la idiosincrasia
del pueblo mexicano.
El plan consistía en que el
Congreso interviniera las propiedades de la Iglesia, tomando posesión de las
mismas para luego venderlas en subasta pública. Si era posible, convertir a los
inquilinos de las propiedades eclesiásticas, en sus legítimos propietarios.
Emprender verdaderas reformas fiscales en el agro mexicano que aboliera el
diezmo y capitalizar en el menor tiempo muerto, los bienes raíces muertas que
tenía en su control la Iglesia. Una reforma política, que hiciera laica la
educación y desincorporarla de una vez por todas del clero. Restarle
predominancia política; realizar una autentica transformación del país, que
implicara aumentar las arcas nacionales, disminuir e institucionalizar al Ejército
Mexicano, suprimir los premios y pensiones que muchos militares habían
recibido, supuestamente por sus servicios en la guerra de la Independencia,
¡Viles traidores oportunistas¡. Lograr la inversión extranjera, traer los
telégrafos y los ferrocarriles al pais, abrir mas puertos y caminos, invitar la
colonización extranjera en los vastos territorios mexicanos, los cuales debían
producir riqueza para la inmediata capitalización de la Nación y no los
problemas políticos de separación que ahora generan o la amenaza de la
intervención militar que pregona la futura guerra con los Estados Unidos. Se trataba,
de una verdadera cruzada política nacional, tendiente no a discutir asuntos
jurídicos como quien ocupaba la presidencia, quien tenía más derechos para
ejercer o no como presidente, quien debía gobernar o que ideología era la que
debía insertar nuestra forma de gobierno; el debate que logra el Doctor Gómez Farías,
no es ¿Quién debe gobernar?, sino el más profundo, ¿lo que se necesita hacer
para poder gobernar?. … ¡Pero sabe que paso¡. La Iglesia Católica dañada por
las leyes anticlericales del entonces presidente de México, rompe su pacto
político de no intervenir en las discusiones políticas, acusa al sistema
federal de ser la culpable de todos los males del pais, de la inestabilidad
política, del atraso de la patria, de
haber producido toda una plaga de ladrones inmorales que copiaban un modelo
extranjero de gobierno como el americano, incompatible a la idiosincrasia
mexicana, que atentaba contra los pilares de la moral mexicana, la Santa
Iglesia que nos identifica como nación unida al servicio de Dios, así como del Ejército,
quien estaría dispuesto no solamente a defender la legitimidad de nuestros
gobernantes fuera acorde con la Constitución, sino también, la defensa de la
patria, ante la amenaza de cualquier potencia extranjera. Por todas estas razones,
la Santa Iglesia católica financia un golpe militar, en el cual reclama la
destitución del Presidente Gómez Farías y de todos los secuaces liberales,
masones, apostatas, califas, herejes; que por gracia de Dios, merecían el
perdón y el exilio, pero que ante el honor de los militares, ameritaban su
inmediato fusilamiento por la traición a la patria, a su fe, a la religión
católica a la cual, la misma Constitución de 1824, señalaba en su artículo
cuarto que la religión de la nación mexicana es y sería perpetuamente la
Católica Apostólica Romana. Que la nación la protegería por leyes sabias y
justas, prohibiendo el ejercicio de cualquiera otra. Por todas estas razones,
se ameritaba la pronta intervención del Ejército para disolver al Congreso de
sus demonios masones liberales, destituir del poder político a todo aquel
hereje que creyera en las ideas extravagantes de los liberales, encarcelar y
cerrar los periódicos que pregonaran este tipo de ideas; había que intervenir
inmediatamente, había que hacerlo o el
país, se vería envuelto en una total anarquía.
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¿Y que paso, quien fue el
que evito que la patria se viera enardecida en una revuelta militar sin
consecuencias trágicas?, ¿Quién fue el que evito, la disolución de la patria?,
¿La muerte y la destrucción de todos los mexicanos?. – Pregunto Salcedo, esperando saber, cual era
la respuesta.
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Su amigo, ilustrísimo
licenciado. Su amigo, el general Antonio López de Santa Anna.
¿Era acaso o no, el único
mexicano capaz de conseguir la reconciliación y la paz en el suelo mexicano?.
¿Era o no el traidor que había sacrificado a su amigo el presidente Gómez Farías,
al no respetar su plan de gobierno que lo convertiría en un gran estadista; o
simplemente, era un hombre de bien, que no quería generar mayores divisiones
que las que ya se estaban produciendo.
“Religión y Fueros” fue el
grito de batalla que encabezaran los militares, en esta su sexta revuelta
militar. Un tal Duran, uno de esos militares del montón que tiene este país, de
esos soldaditos de trajecito de desfile militar cuyo paso por la historia será
insignificante, como resulto serlo su persona y su causa. Uno de esos
militares, que en complicidad de otro general, igual de traidor que su colega,
un tal Mariano Arista, desconoció la orden del presidente Gómez Farías de
combatirlo y derrotarlo, adhiriéndose en su estúpida causa, para declarar en
uno de esos tantos manifiestos, la instauración de la “Suprema Dictadura” a
favor del hombre fuerte del país.
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¿De Antonio López de Santa
Anna?-
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De ese fulano, quien lo
primero que hizo en su regreso al poder, fue destituir a su amigo Gómez Farías,
derogar las leyes anticlericales que había emprendido su antecesor, así como
dejar en su lugar, a otro de esos tantos generales, cuyos méritos militares,
son igual de desconocidos que sus cualidades políticas. ¡Quizás un sujeto igual
de estúpido, sin iniciativa, mas que su lambisconería y su fácil manejo en una
magistratura que exigía alteza y dignidad, no ser un pelele del caudillo
oscuro. Un tal Miguel Barragán, ¿lo
recuerda?. Lo más importante de esta quinta revuelta militar, es que el sistema
republicano federal había caído en crisis y urgía desde luego, un ejercicio de
reflexión, de crítica, estudiar en forma consciente, cuál sería la forma de
gobierno que le convenía el país; ¡Entonces se propuso, abolir el federalismo
para sustituirlo por la república centralista.
Para eso, el tiempo transcurría y la conversación académica ameritaba ser
tratada en otra ocasión.
El Doctor Rodríguez entro al salón de clases acompañado de su asistente,
quien en ese momento, al igual que los demás estudiantes, se dispuso a escuchar
la clase del maestro. ¿Qué otra clase podía recibir?, después de haberle
descrito en unos cuantos minutos, la historia de México.