Desde 1835 empezamos a destruir
nuestra patria; a partir de ahí, iniciamos esta senda tortuosa del
autoritarismo, hasta llegar al día de hoy, a este abismo que nos tiene a todos
hundidos. – dijó el general Mariano
Salas - A un sistema ha seguido otro sistema; de una constitución a otra
constitución, a una persona, otras personas;
pero ni los primeros se han levantado sobre bases sólidas, ni los
segundos, han tenido el sello de su legitimidad. – aceptemos todos nuestros
errores. Ahora que nuestra patria pasa por el momento más difícil desde que
obtuvo su independencia, los mexicanos nos miramos de frente, para saber si
somos capaces de sostener al país con vida; con libertad e independencia; pero
sobre todo, con la dignidad que la fuerza de la razón y la justicia nos da, ante el ataque vil y embestido de
nuestros invasores.
En nuestra patria, han
triunfado siempre los hombres, pero nunca los principios. Hemos tenido mil
revueltas, pero ni una sola revolución. Incurrimos en el constante olvido de
las leyes, en la quiebra de la hacienda, en la dilapidación de los fondos
públicos, en el devorador agiotaje ante nuestros prestamistas, en el
autoritarismo sin freno legal alguno, es la desmoralización del ejército, en el
desconcierto de la administración, en el desprecio a los derechos del hombre y
del ciudadano; en el total descrédito ante las naciones del mundo; y ahora, en
éste preciso momento general Salas – dice el doctor Valentín Gómez Farías –
estamos ante el desmembramiento del territorio nacional; la patria se deshace
en nuestros brazos y lo que es peor, ante la pérdida de nuestra nacionalidad y
de este proyecto nacional, por el que Hidalgo, Morelos, Guerrero y miles de
insurgentes, dieron su vida.
No somos europeos, nuestra
sociedad no está regida por la costumbre y la idiosincrasia de los reinos
europeos. No coincido con don Lucas Alamán en lo referente a la adopción de un
régimen monárquico. Sé y en eso no discuto, que nuestra nación no ha logrado su
modernización, que quizás estemos lejos de alcanzar nuestra democracia; pero si
no emprendemos a partir de esta crisis política, la verdadera revolución que
requiere el país; estaremos condenados a desaparecer en el próximo año. México
no llegara a cincuenta años de vida independiente, nadie sabrá de la gesta
heroica de los insurgentes de Hidalgo, de la resistencia de Cuautla, del
fusilamiento del Siervo de la Nación. Nadie descifrará y llevara a cabo, la
abolición de la esclavitud, los sentimientos auténticos de la Nación; nadie
general podrá salvar a este país; si nos empeñamos nosotros mismos a
destruirnos. Sino ponemos un límite a los fueros y a los privilegios que
hombres como los que tiene el Ejército o la Iglesia Católica, quienes han
subyugado nuestra dignidad como gobierno civil. No se trata de defendernos ante
la invasión yanqui; ni que se quite un hombre de la presidencia para que llegue
otro; lo que realmente está en juego, es el fortalecimiento de nuestras
instituciones, la desaparición de nuestra patria, en el concierto mundial de
las naciones.
-
Pero
desaparecer la Iglesia, como vamos atentar contra nuestra santa religión. –
pregunto el general encargado de la Presidencia don Mariano Salas.
-
No
atentaremos contra ella, no es contra dios, ni sus sagrados dogmas; no es en
contra de la santísima trinidad, ni de la Virgen de Guadalupe, madre de dios;
no es contra la creencia de un Ser Supremo de inteligencia universal; la lucha
que debemos enfrentar ahora, es en contra de la Corporación, del Clero, de la
institución compuesta de hombres corruptos y nefastos, que a través del aparato
religioso, ha lucrado con la creencia de Dios y dedicado a someter a este país,
impidiendo su crecimiento y consolidación, como una nación prospera y
civilizada.
-
Pero
eso que me pide es absurdo. ¿Cómo vamos a quitarle el dinero al clero?. En todo
caso vamos a pedirle prestado, para poder financiar la guerra, pero no
arrebatarles sus propiedades.
-
No
don Mariano, la iglesia no nos dará ningún quinto partido por la mitad. ¡Al menos que sus bendiciones¡, pero ni un
solo peso.
-
Pero
lo que Vos propone es inconcebible. Podría distraernos de la guerra con los
Estados Unidos, pondría inclusive en riesgo la paz y la fe del pueblo, no
quiero pensar que a causa de esa confiscación, pueda iniciarse una guerra
civil. No doctor…, ¿Cómo vamos a robarle a los curas?. ¡nos excomulgaran¡.
Don Valentín Gómez Farías sólo
se río.
-
El
general Santa Anna apoyara mi iniciativa. El será el primero en aprobarla. Os
lo garantizo.
-
¡El
general Santa Anna¡ ¿Vos cree que apoyará su idea de quitarles el dinero a los
curas.
-
¡Así
es¡. – respondió don Valentín, con plena seguridad.
Don Mariano Salas, trago salida
y dijo:
-
Bueno
si mi general decide confiscar los bienes a la Santa Iglesia, pues ni hablar.
¡Nos iremos todos al infierno¡.
Valentín Gómez Farias rió en el
fondo de su alma. Pues desde aquella
ventana del Palacio Nacional, observó las torres de Catedral que lucían
majestuosas y que ya para esas horas, sus campanas resonaban para ir a misa.
Suspiro y pensó, que todo el dinero del clero les sería arrebatado, … ¡quince
millones pesos¡. … sólo quince millones de pesos le bastarían para poder armar
al ejército mexicano y recibir al generalísimo Santa Anna, como todo un
Emperador. Con quince millones de pesos,
podríamos contratar si así fuera posible, la legión austriaca que nos
protegiera; o bien, podríamos uniformar y armar a cada uno de nuestros
soldados. Quince millones de pesos es el precio. Con ese dinero, Santa Anna se
inmortalizaría. Será el Salvador de la
Patria. Su nombre quedaría grabado por siempre en la memoria histórica de
nuestro país; todos los mexicanos lo recordarían y cantarían su nombre en las
escuelas; sería imposible olvidar su nombre y sus hazañas. Los mejores hijos de
la patria lo acompañarían en su victoria y morirían con él, por la gran hazaña
de defender la patria.
-
No
puedo esperar más – pensaba en si don Valentín Gómez Farías.. – urge que la
iglesia coopere en esta guerra. Será esa institución y no Santa Anna, quien nos
salve del peligro.