El Colegio Militar se confirma
lo que ya no era un rumor, era cierto. La guerra entre México y Estados Unidos
había estallado, ahora los adversarios tratarían de ocupar Monterrey. Lo
estaban haciendo con Tampico y Veracruz. El puerto de California ya había sido
también ocupado. Los cadetes del ejército eran entrenados, para enfrentar si
ellos a así lo decidían, la inminente invasión ante los Estados Unidos.
Jesús Melgar sintió la derrota
nacional. Sus propios profesores le hacían conciencia de que México no contaba
con las suficientes armas para defender el territorio nacional. Los americanos
eran muy superiores. Solamente un milagro podía salvarnos de este desastre. Un
hombre superior, un gran líder, un mexicano a la altura de Napoleón Bonaparte,
que pusiera esos descendientes de los ingleses en su lugar. Ese hombre, era el
que necesitaba el país. No era suficiente la valentía del general Paredes
Arrillaga quien se disponía abandonar la ciudad para buscar combate al enemigo;
se necesitaba a un autentico y verdadero patriota. Alguien que nos salvara, que
devolviera el orgullo nacional.
Muchos de los padres de
familia, recogieron a sus hijos del Colegio Militar. Uno de ellos, era el
cadete Leandro Valle, quien en contra de su voluntad, tuvo que abandonar el
Colegio, bajo el argumento de que su madre enferma, agonizaba y quería ante
todo ver a su hijo por ultima vez; aunque ah decir verdad, lo que querían los
padres del cadete Leandro Valle, era tener a su hijo, cerca de cualquier
amenaza del invasor.
Mientras tanto la Ciudad de
Puebla se estremecía con la muerte de su inminencia el cardenal Manuel Posada;
misas en su honor y un cortejo fúnebre, por la pérdida de tan distinguido
ministro del Señor. No así el préstamo de la Santa Iglesia católica al Supremo
Gobierno Mexicano daba alivio a las finanzas nacionales. Con ello se pudieron
reclutar más de tres mil soldados, que partirían a Tlanepantla, con parque,
artillería, caballería y una que otra mula. Sin embargo, dios no quiso
augurarle buena suerte a dicha expedición, una fuerte lluvia freno la salida
del ejército nacional; el agua presagio que en los próximos días, quizás, en
los próximos años, una oleada de desgracias terminarían por acabar el país. –
No nos desalentemos, sigamos marchando.- Pero el agua cayo tan fuerte, que
muchas carretas quedaron atascadas en el lodo, el cargamento era cada vez mas
pesado y muchos de los soldados levantados en la leva, aprovecharon el momento
para huir. Era incontrolable la situación, los caballos, relinchaban y el agua
hacia imposible el avance de la tropa. Luego de seis horas de marchar contra el
agua, la tropa llega al cuartel de Tlanepantla. Las noticias no eran nada
alentadoras; habían renunciado los ministros castillo Lanzas, Iturbe y Tornel.
El general Nicolás Bravo, nuevo presidente de la Republica, en carácter de
interino por la ausencia del presidente constitucional Mariano Paredes
Arrillaga, se dispuso a nombrar a José Joaquín Pesado como Secretario de
Relaciones, don José María Jiménez en el Ministerio de Justicia, don Antonio de
Garay en Hacienda y a don Ignacio Mora y Villamil como ministro de Guerra. La
apariencia era que el general Paredes Arrillaga escapaba de la ciudad, que
dejaba de ser presidente, que no debía de abandonar la ciudad, porque tan
pronto lo hiciera, un nuevo cuartelazo lo destituiría del mando.
El general Pares Arrillaga no
dejaba la ciudad por ese miedo de ser en cualquier momento desconocido. Para
hacer acto de presencia, ordeno al presidente del Congreso general Anastasio
Bustamante y al presidente interino, el general Nicolás bravo, circulara un nuevo
manifiesto a la nación, en la cual desistía de sus principios monarquistas y
ordenaba la restauración de las Bases Orgánicas, nuevas elecciones para enero
de 1847. – Ordeno al general Nicolás Bravo, que el nuevo gobierno se
establecerá el 1 de enero de 1847 con fundamento en las Bases Orgánicas.
También diga, que aseguraremos la paz interior de la República, que
concederemos indultos y amnistía por todos los delitos políticos, que
dictaremos leyes en beneficio de la agricultura y de las artes, que aprehenderemos
a todos los malhechores.
Pero resulta tarde dicho
manifiesto. La revolución de Mazatlán, se había extendido a Jalisco y ahora en
Veracruz. El general Paredes Arrillaga desde su cuartel en Tlanepantla, no sabe
si regresar a la Ciudad de México o dirigirse al Norte para combatir a Taylor.
No se siente apoyado, quizás ahora el destino le juega lo mismo que en su
momento hizo con Mariano Arista. Necesita el apoyo de toda la tropa, de todo el
dinero, de todo el Gobierno; necesito ir tranquilamente al norte para combatir
a esos americanos; pero no sabe si realmente podrá partir. – Todo se paga
general – No olvide que hace un año tenía esa importante misión que le
encomendó el entonces presidente José Joaquín Herrera y no olvide tampoco, que
en vez de dirigirse al norte para reforzar al general Arista, cambio de rumbo y
se dirigió a la Ciudad de México. – Todo se paga general – Ahora obsérvese, con
la tropa con la que podía reforzar las tropas del norte y frenar el avance o
Yanqui, o con las que podría regresar a la Ciudad de México. ¿ Que chingados
hacemos?. – Tome mezcal, un trago más. ¡Al carajo con estos pendejos.- Nuestros
peores enemigos, somos nosotros.
Jorge Enrique Salcedo y
Salmorán trata de buscar a su novia Fernanda,
le dice que el país está en pie, no solamente de la guerra, sino de la
revolución. Fernanda se espanta e implora a dios, que su novio Jesús Melgar no
le hagan daño. Ojala también se escape del Colegio Militar, que su padres vayan
a recogerlo, como lo han hecho otros más; que el Colegio Militar se quede sin
alumnos, sin mártires, sin un estudiante más; que dicten un bando y ordenen su
inmediata clausura; huyamos del país, los americanos están sitiando Monterrey.
Las clases en el Colegio
Militar se ven amenazas de ser suspendidas. El director del Colegio pide calma
a todos los estudiantes. No detendrá a ningún estudiante, si quieren regresar
con sus padres, podrán hacerlos muchachos; pero si quieren morir como héroes,
también pueden hacerlo. - ¡Que estupidez¡ - dice Jesús Melgar. – morirme por
estos imbeciles. Por esos traidores, que huyen como ratones ante un ejército
dispuesto a responderle todos sus abusos.
El Coronel Mario Gutiérrez y
Mendizábal aparece de nuevo. Luego de un año de no ser visto por el licenciado
Salcedo, regresa para darle un fuerte abrazo a su amigo el licenciado Salcedo y
Salmorán y anunciarle la nueva noticia. El regimiento militar de la plaza de
Ciudadela se levantara en armas las próximas horas, desconociendo el manifiesto
y la supuesta presidencia de Paredes Arrillaga y sus títeres, los generales
Bravo y Bustamante – Mi muy estimadísimo amigo, el general Salas se alzara hoy
en la tarde. Le he hablado bien de Usted, sabe bien que puede contar con usted.
– le da un fuerte abrazo y le comunica, que en cualquier momento, Santa Anna
regresa a México.
Salcedo y Salmorán huye de su
oficina, nuevamente la presidencia de la republica esta en peligro. No sabe si
recoger sus documentos e irse como todos los demás, o quedarse para recibir a
quien dentro de unas horas, sería el próximo presidente de la república.
Quisiera tener una forma de comunicarse con su amigo Yáñez, quisiera tener un
oráculo o algún aparato que le permitiera comunicarse con Amparo; a que
mensajero mandaría a decirle a su consejera que nueva acción emprender; observa
al oficial Gaudencio que prepara los cartuchos de su pistola, celebrando para
esas horas, la derrota de este presidente.
James Thompson sabe
perfectamente que la caída del gobierno mexicano es inminente. Sabe también de
algunos arreglos amistosos entre Santa Anna con algunos de sus homólogos en la
Habana; no tiene duda, ni miedo alguno, de que su misión secreta triunfara.
Acostado en la cama de su amante Lupita, Thompson fuma un puro, contraviniendo
los mandatos de su religión mormona sigue suspirando el humo del tabaco; piensa
y descansa un rato, luego fornica una vez más con su amante y recibe todos los
informes que el congal de prostitutas comunica sobre los movimientos políticos
y militares del gobierno mexicano. Sabe perfectamente, que a las seis de la
tarde, el general Mariano Salas se levantara en armas; proclamando el retorno
de Santa Anna.
A las dos de la tarde, el
Coronel Gutiérrez y Mendizábal informa al general Mariano Salas que las
oficinas del Palacio Nacional se encuentran abandonadas, el general Nicolás
Bravo no ofrecerá resistencia. Se congratulan de la retirada del general
Paredes Arrillaga – huye el muy señorito, pinche maricon, viejo ridículo, no
tiene los tamaños de mi general Santa Anna. – cerca de ahí, el ilustre don Valentín
Gómez Farias termina de redactar el nuevo manifiesto con el que se restaurara
la Constitución de 1824. - Imprimase más de mil ejemplares, péguese en todas
las casas, en todos los comercios, en todas plazas. El general Antonio López de
Santa Anna regresa a México.
A unos cuantos kilómetros de la
Ciudad, la plaza ocupada por el general Francisco Pérez, desconoce al gobierno
de la ciudad de México; se suma a la revolución de Mazatlán, la misma de
Jalisco, ahora en Veracruz y próximamente, la que estallara en la ciudad de
México. – Que se invite al ilustre general Antonio López de Santa Anna para que
venga inmediatamente a ponerse al frente del ejército sostenedor de la
independencia y de las libertades nacionales. Fuera los espurios mexicanos, por
querernos someter al peor y mas vergonzoso vasallaje, pretendiendo llamar a un
príncipe extranjero con título de monarca; por querer traicionar la
independencia y contravenir la soberanía del pueblo.
Todos están a la espera de lo que ocurrirá.
Salcedo y Salmorán abandona la oficina del Palacio Nacional y se dirige a la
Casona de Tizapan para ver a su novia. Ahí en la casa de ella, ve a Amparo y
también a su suegro, que para esas horas, celebraba con un brindis la caída de
este gobierno. – El regreso de Santa Anna es inminente. La patria será salvada.
- Fernanda está preocupada, porque desde algún lugar del Colegio Militar, el
director del mismo es informado también, que el presidente de la republica huyo
del país y que una nueva asonada militar, restaurara un nuevo régimen
presidencial.
A las seis de la tarde no pasó
nada en la capital. Solamente, las ratas huyeron de ella. ¿Dónde esta el
general Nicolás Bravo?. ¿Dónde está el general Anastasio Bustamante?. ¿Dónde está
el comandante en jefe de la revolución de Jalisco que juró defendernos de los
americanos?. Todos escondidos. En un cuartel de Tlanepantla, la deserción de
soldados es evidente. Mariano Paredes Arrillaga quiere morirse. Una embarcación
parte de Veracruz con destino a Cuba; desde lo lejos, la naval americana
observa con vinculares la tripulación de dicha fragata. Una sonrisa del
enemigo. El robo del siglo, del milenio, está por realizarse.
Aquella madrugada, el toque de
corneta se escuchó en el cuartel de la Ciudadela. Centro del poder político de
todo el país. No lo era el Palacio Nacional, no lo era la Catedral
Metropolitana; no lo era tampoco el cuartel militar de Tlanepantla. A las seis
de la mañana, los soldados fueron concentrados en la explanada del cuartel,
para esperar las instrucciones de su nuevo comandante en jefe.
Las razones de la nueva
revolución, debían darse a conocer:
1° Que
desde que dejó de existir la Constitución que libre y espontáneamente se dio la
Republica, las que posteriormente se han formado, no han sido conforme con las
exigencias y deseos de la gran mayoría de la nación.
2° Que de
aquí han venido las continuas oscilaciones que han afligido el país hasta el
extremo de que despedazado éste y después de haber agravado con estudio sus
males exteriores, se han creído autorizados algunos espurios mexicanos para
quererlo someter al más vergonzoso vasallaje, pretendiendo llamar un príncipe
extranjero que lo gobierne con el titulo de monarca.
Así iniciaba el manifiesto que
era pegado en cada casa. En cada esquina, en cada plaza. La nueva revolución
prometía ahora si, un verdadero cambio. Un llamado a la conciencia nacional
para defender la independencia nacional.
3° Que para
facilitar tan horrible traición a la independencia se han tenido la osadía de
desconocer la soberanía del pueblo, nombrando un Congreso en el que se han
reunido con especial cuidado los elementos mas extraños, pero los mas propios
para consumar el oprobio de la nación.
4° Que
siendo nulas todas las leyes que dicte el actual Congreso y los actos del
gobierno, porque ni el uno ni el otro son legítimos, queda en consecuencia
siempre existente un motivo justo para que la nación continúe reclamando el
ejercicio de sus incontestables derechos usurpados por la presente
administración.
Pero pocos son los que entienden
el significado de estas palabras. Nadie sabe lo que es la patria, lo que es la
independencia y la soberanía, mucho menos saben lo que es un Congreso. Los
soldados de la Ciudadela, solamente están en posición de firmes, esperando las
ordenes que se sirviera dictar su general Mariano Salas.
5° Que
componiéndose ésta de hombres adictos, unos a la monarquía, otros al detestable
centralismo y desafectos todos al ejército, cuya disolución meditan tiempo há,
porque encuentran en él un obstáculo para realizar sus perversas miras.
6° Que si
estas llegasen desgraciadamente a tener efecto, serían ilusorios los beneficios
de la independencia, a la que sacrificamos nuestra sangre y nuestra fortuna
para tener el derecho de regirnos conforme a nuestros deseos e intereses.
7° Que
constituyéndonos con arreglo á la voluntad de la gran mayoría de la nación,
tendremos al fin un código estable, y á su benéfica sombra se desarrollarán
nuestros grandes elementos de poder y riqueza, terminando para siempre nuestras
agitaciones interiores.
Hemos
venido en proclamar y proclamamos el siguiente plan de verdadera regeneración
de la República:
La promesa de apoyar a la
revolución, era el aumento de sus haberes, el otorgamiento de grados y la
concesión de tierras para todos aquellos que podían reclutar, mayores soldados
a la causa. La tropa escucha esta nueva promesa. El nuevo caudillo
revolucionario, pasa lista a los presentes. El silencio absoluto espera la
nueva proclama del movimiento regenerador de la República.
- Estimados soldados. Hijos de
la patria. No soy hombre de palabras. No se hablar en público. Quizás tampoco
sea el líder que necesita el país en esta guerra contra los Estados Unidos de
Norte América. – Dijo el general Salas, ante el regimiento de mil soldados que
callaba ante su superioridad. - Lo único que si puedo decirles con toda
seguridad, es que si se, lo que le conviene a mi país, y lo que no le conviene.
También se quién puede ser un traidor y quien puede ser un héroe. Al menos la
experiencia me ha dicho, que si existe un traidor, ese ha sido el que ostenta
el cargo de Presidente, a quien responde al nombre de Paredes Arrillaga y quien
se ha dedicado vender la patria, no solamente ante los americanos; sino que
ahora, mancilla nuestra independencia para que México vuelva a ser una colonia
de los Españoles.
ARTÍCULO 1°
En lugar del Congreso que actualmente existe, se reunirá otro compuesto de
representantes nombrados popularmente según las leyes electorales que sirvieron
para el nombramiento del de 1824, el cual se encargará así de constituir á la
nación adoptando la forma de gobierno que le parezca conforme a la voluntad
nacional, como también de todo lo relativo a la guerra con los Estados Unidos y
á la cuestión de Texas y demás departamentos fronterizos, queda excluida la
forma de gobierno monárquico que la nación detesta evidentemente.
Son varios los liberales que
atraídos por la revolución, acuden a la casa del doctor Valentín Gómez Farias
para manifestarle toda su solidaridad. La razón había llegado a los gobernantes
de ese país con el movimiento regenerador. Hombres ilustres como el doctor
Farias y el liderazgo del general Santa Anna, otorgaban mayores garantías de
seguridad para la defensa del país, en éstos, sus momentos más difíciles de
vida independiente; que las ideas conservadores y monarquistas, del peor
grupúsculo político que había tenido el país; sean por siempre aniquiladas. El
pueblo de México y sus mejores hijos, han decidido defender ante todo a la
Republica.
ARTÍCULO 2”
Todos los mexicanos fieles a su país, inclusos los que están fuera de él, son
llamados á prestar sus servicios en el actual movimiento nacional, para el cual
se invita muy especialmente al Excelenticisimo Señor General, Benemérito de la
Patria, don Antonio López de Santa Anna, reconociéndolo desde luego como
general en jefe de todas las fuerzas comprometidas y resueltas á combatir
porque la nación recobre sus derechos, asegure su libertad y se gobierne por si
misma.
Reconozcámoslo
todos. Santa Anna podrá tener todos los errores de cualquier ser humano. Puede
ser mujeriego, apostador, voluble, soberbio, hasta por momentos demasiado
hablador; pero su patriotismo y su valentía no esta en duda, su capacidad de
arrastrar a las masas, de levantar ejércitos de la nada; se liderar al país hasta
al final, es indiscutible. ¡Ese es Santa Anna¡. ¡Que regrese a México¡. ¡La
patria entera lo espera¡ . La tropa de la ciudadela vuelve a dar otro grita de
efervescencia a la voz de : ¡Viva Santa Anna¡. Cuando el general Mariano Salas,
promete a la tropa, que el no será el hombre que defienda a la patria de la
invasión yanqui; él no es quien se pondrá a frente de los mejores soldados de
la patria para ir a combatir el enemigo; él únicamente proclama la nueva
revolución, para la defensa de la soberanía nacional y también para que
regresara Santa Anna; para que con él, se estableciera de una vez por siempre,
orden, la prosperidad, la defensa de cada centímetro del territorio nacional.
ARTICULO 3°
Ínterin se reúne el soberano Congreso y decreta todo lo que fuera conveniente
para la guerra, será precisa obligación del Ejecutivo el dictar cuantas medidas
sean urgentes y necesarias para sostener con decoro el pabellón nacional y
cumplir con este deber sagrado sin pérdida ni de un solo momento.
Que todos sepan la gravedad de
las cosas. San Francisco California fue ocupada. Nuevo México esta siendo
sitiada; Texas ya es propiedad de los americanos; Matamoros ha caído; Tampico y
Veracruz han sido bloqueadas navalmente. Más de cinco mil soldados americanos,
entran al territorio nacional, para despojarnos de nuestra independencia. - El
traidor no es aquel que huye de la capital como el general Paredes Arrillaga,
quien nunca se dirigió al norte para frenar el avance americano; quien nunca
tuvo el menor interés para la defensa del territorio; quien sólo se dedicó a
gastar recursos para una campaña propagandística para convertirnos en vil
colonia de los Españoles; quién miente y huye a escondidas, con argumentos
supuestamente patriotas, pero a todas luces, cobardes como lo ha sido él y todo
su nefasto gobierno. Quien ahora escapa de la capital, tras siete meses de
prometer el decoro nacional y salir corriendo, como el peor de los hombres
afeminados. - ¡Muera Paredes Arrillaga¡. ¡Muera la monarquía¡. ¡Viva Santa Anna¡.
¡Viva la Republica¡.
ARTICULO 4°
A los cuatro meses de haber ocupado las fuerzas libertadoras la capital de la
Republica, deberá estar reunido el Congreso de que habla el artículo primero,
para lo cual será obligación del general en jefe expedir la convocatoria en los
términos insinuados, y cuidar de que las elecciones se hagan con la mayor
libertad posible.
Nuevas
elecciones, fue lo primero que pensó el abogado Mariano Otero, luego de haber
leído la convocatoria. Una nueva oportunidad se daba el país. El golpe militar
era racional, era un acto, que si bien no era apegado conforme a la ley, si lo
era justo políticamente bien acertada. Un gobierno racional con una democracia
autentica. Un cambio de rumbo. ¡La salvación nacional¡.
ARTÍCULO 5°
Se garantiza la existencia del ejército, asegurándole que será atendido y
protegido como corresponde á la benemérita clase militar de un pueblo libre.
La tropa
callada sabía por lo menos que Santa Anna era un buen militar. Un verdadero
líder. Las promesas de mejores haberes eran reales. Los altos oficiales así
también lo sabían; nadie sabe cómo, pero Santa Anna consigue dinero hasta por
debajo de las piedras. Todos lo quieren. Todos lo odian. Pero son mas los que
lo aman, lo temen, lo respetan, lo siguen; le son capaces hasta de morirse por
él. ¡Ese es nuestro Napoleón, el es el salvador de la patria. ¿Qué dios bendiga
por siempre a don Antonio López de Santa Anna¡.
El Colegio
Militar declara su total imparcialidad a la revolución santa annista, pero no
se declara su enemigo. Están todos de acuerdo, que ese hombre fuerte que
necesita el país, es precisamente el general Santa Anna. El héroe de Tampico,
el Protector de Anahuac; el por siempre Benemérito de la Patria.
ARTÍCULO 6°
Se declara traidor á la nación cualquiera que procure retardar la reunión del
citado Congreso, atente contra él, poniendo obstáculos á la libertad de sus
miembros, disolviéndolo ó suspendiendo sus sesiones o pretenda oponerse á la
constitución que establezca ó á las leyes que expida con arreglo al presente
plan.
La nueva revolución iniciaría.
La esperanza de una patria nueva estaba por llegar. El ejército acuartelado en
la Ciudadela, la espera la orden de ocupación del Palacio Nacional; al mismo
tiempo que el distinguidísimo doctor Valentín Gómez Farias recibe en su casa, a
cientos de connotadas personas, que le ratificaban su lealtad, su total
subordinación a sus ideas liberales, anticlericales y nacionalistas. Abrazos y más
abrazos recibía el doctor, en forma paralela mientras los soldados de la Ciudadela,
salen del cuartel, para ocupar posiciones, cerca del Palacio Nacional. Todo
esto ocurre; abrazos al doctor Farias, tropa que se moviliza y una pequeña
embarcación que parte de Veracruz, con destino a Cuba. Tarde o temprano se
reunirían los dos hombres mas ilustres del país. La mente mas pensante en todo
el país: Valentín Gómez Farias; y el mexicano mas valiente: Antonio López de Santa
Anna.
El presidente provisional don
Nicolás Bravo, proclama otro manifiesto en el que condena la revolución. Advierte
que esta revolución implora a Santa Anna, quien no solucionara el problema,
sino por lo contrario, burlara con desprecio las esperanzas de los mexicanos.
Pero nadie le hace caso. Asegura el todavía gobierno del general Paredes
Arrillaga puede regresar a la capital; pero nadie cree semejante mentira. El
cobarde general que tanto prometió defender la soberanía nacional, huyo de la
ciudad, huyo de Tlanepantla, su ejército disuelto y posteriormente capturado. -
¡El que hierro mata a hierro muere. – Hace dos años Santa Anna siendo
presidente salió de la capital para recuperar Texas, siendo este desconocido
como presidente para posteriromenet ser capturado. ¡No lo olviden¡. - México no
aprende. – I don’t learn people’s
mexican. What easy forgett. – Todo
se paga. Paredes y Arrillaga corre ahora la misma suerte.
El jefe político aunque sea
moral y no político, es Nicolás Bravo, el gran insurgente de la independencia.
Alumno de José María de Morelos; luchador social, dirigente político y héroe
nacional; no puede hacer nada para evitar este golpe militar. Uno más desde que
México se hizo independiente. Once años duro la lucha de la independencia y
otros veintiséis años más, para que México siguiera buscando su forma de
gobierno.
Otro militar, de nombre Benito
Quijano, cuenta con amplias facultades para pactar con los subversivos,
entonces se dispone quizá a tratar la entrega del Palacio Nacional. Pero el
general Mariano Salas desestima su autoridad, cuenta con todo el poder militar
para avanzar tranquilamente al Palacio Nacional; sus soldados solamente esperan
la orden de ataque. Benito Quijano trata
de parlamentar con el general Mariano Salas sobre la forma en que se entregara
el poder, acepta adherirse al plan de la Ciudadela en todos y en cada uno de
sus términos; y también a sujetarse a las órdenes del excelentísimo general
Mariano Salas. Consiente en sumar sus tropas para ocupar el Palacio Nacional en
el momento en que éste disponga. Promete no emprender ningún ataque contra
personas armadas en defensa del Gobierno revolucionario. Sólo así, la ocupación
del Palacio Nacional sería de manera pacífica y civilizada. Sin derramar una
gota de sangre.
A las tres de la tarde del seis
de agosto, el repique de las campanas, las dianas y el cántico sonoro de las
bandas militares, anuncian la llegada del caudillo del Plan de la
Ciudadela. Los cohetes y las salvas de
veintiún cañonazos, se alcanzaban a escuchar desde el cerro de Chapultepetl,
donde Jesús Melgar, sólo en su dormitorio, maquila la decisión mas importante
de su vida.
El nuevo jefe político del
país, es el general Mariano Salas. La puerta está abierta para que regrese Santa
Anna.