¡No es un juicio justo¡. … reclamaron los
prisioneros de guerra, los 87 soldados irlandeses pertenecientes a la compañía
del Batallón de San Patricio. - ¡Son más que unos simples traidores¡. –
respondió Scott. - ¡inmigrantes desleales, que sirvieron al enemigo¡. ¡Falta
grave¡…¡¡Muy grave¡…. ¡deben ser ejecutados¡. Pelearon como héroes en Monterrey
y también en Churubusco, nos consta, ojala asì hubieran peleado contra los
mexicanos; soldados traidores.
El general Scott había recibido la sentencia que
había dictado el Consejo de Guerra, respecto al caso de los soldados desertores
del ejército americano. La sentencia era condenatoria y no otorgaría por ella
indulto alguno, ni mucho menos retrasaría la ejecución del fallo, ni de pediría
opinión al presidente de los Estados Unidos, menos aún, a las autoridades
mexicanas que estaban siendo invadidas y derrotadas en todos los campos de
batalla. Esa sentencia tenía que ejecutarse en todas sus letras, marcar de por
vida a los soldados traidores cicatrizándoles la cara con la letra “D” y otros
más ahorcarlos, como viles delincuentes, tipos sin honor ni respeto alguno;
como lo que debería de hacerle al presidente de México López de Santa Anna, de
tenerlo a la vista, llevarlo no al paredón de fusilamiento, sino a la ahorca,
como vil jefe de todos los gavilleros.
Durante los días del armisticio, Scott había logrado
colocar sus posiciones en todo el Valle de México. Sólo una muralla de pequeñas
trincheras y de soldados mexicanos, le impedían tener el control total del
Valle de México. ¿Porque no se rinden esos indios? Se preguntaba una y otra vez
más, cuando se miraba en el espejo al afeitarse aquella barba blanca, ¿Por qué
diablos siguen peleando esos mexicanos, si la guerra ya esta perdida?. El país
esta controlado, los caminos a Veracruz ocupados, el norte de México: Texas,
Nuevo México, California, ocupados; Churubusco, Coyoacán, San Angel ocupados;
todo México esta ocupado, menos la
conciencia de esos indios. ¿Qué habrá que hacer para que esos mexicanos se
rindan?. Les vamos a dar dinero. Mucho dinero. Veinte millones de pesos no son
suficientes para modernizar este incivilizado país. Veinte millones de pesos
para comprar la paz y ellos su progreso.
¿Y el tesoro?. – pregunto Scott. ¿Dónde diablos esta el tesoro, del que
me ha hablado tanto?. Los cofres de oro, los monolitos azteca, las piedras
preciosas, las plumas, los penachos, las telas, los códices primitivos; ¿Dónde
esta el tesoro Mr Thompson?. El que dijo que de descubrirlo, América se
engrandecería.
James Thompson se quedo callado, no contestó. A más
de tres años de radicar en México, se encontraba tan cercano del tesoro, pero a
la vez tan lejano de éste. Sabía que estaba en México, concretamente, en las
cercanías de San Angel, pero no podía precisar la ubicación exacta. ¿Aun no
podía dar con él?. ¿Y entonces?. ¿Ir a una guerra y matar a miles de mexicanos,
sólo por un tesoro inexistente, producto de la imaginación?. - ¿No será acaso
el tesoro, el territorio nacional con el que México indemnizará a Norte América
los gastos de guerra efectuados?. ¿No será ese el verdadero tesoro?.
¡No¡ … respondió tajantemente Thompson. No es ese el
tesoro. El verdadero tesoro esconde las historias de los habitantes primitivos
de la tierra americana. Contiene mensajes divinos, conjuros secretos, es de
inspiración divina; vale más de lo que la hacienda pública pudiera recaudar en
cien años, de lo que el territorio mexicano pudiera indemnizarnos. ¿Pero que
indicios tendrá para encontrarlo?. ¿Qué pistas tiene?. – Pregunto desesperado
Scott - ¿Quién diablos le habló de él?.
Sólo sé que esta en San Angel. Thompson maldijó una
y otra vez más, la traición de los oficiales Gaudencio y del coronel Melgar
Gutiérrez y Mendizábal, quienes le prometieron llevarlo a ese túnel. Les había
pagado un anticipo y los muy ladinos jamás regresaron. Ahora que el general
Scott preguntaba por el tesoro, Thompson únicamente repitió lo que alguna vez
Guadalupe le comento. El tesoro esta en un túnel, una bóveda, un subterráneo,
habrá que excavar la tierra y encontrarlo. Eso es lo único que sé. Sé que es
cierto, porque todo el mundo habla de él, es más, me atrevería asegurar que el
mismo Santa Anna sabe de su existencia, sino de su ubicación, juraría que sabe
al menos, de gente confiable que sabe de su existencia. La propia Iglesia
Católica sabe también de su existencia.
-
¿Quién
de la Iglesia Católica
-
Los
monjes carmelitas.
Scott seguía incrédulo de la existencia de dicho
tesoro. Ahora resultaba que después de viajar miles de millas, desde la Unión
Americana hasta México en busca de ese misterioso tesoro, los únicos que podían
dar alguna pista de ese tesoro, eran los monjes carmelitas. ¡Que diablos tenían
ellos que ver con el Tesoro de Moctezuma.
Mucho general. Los monjes carmelitas es una fación
de la Iglesia Católica, que se caracteriza por no ambicionar las riquezas y la
vida ostentosa que caracterizan a los príncipes católicos. Se asimilan
verdaderos imitadores de la pobreza de Jesúscrito y por ello, andan descalzos.
Que mejor que ellos, para poder esconder fortuna, dinero, oro; podrían esconder
todos los tesoros del mundo y aseguro, que jamás se verían tentados por el
pecado de la ambición. Es una orden religiosa equilibrada, cuya única virtud que
al menos ostentan, es su pobreza.
El general Scott seguía sin entender la explicación
de Thompson, pero se vio atrapada por ella. Como podía ser que una orden
religiosa acostumbrada a vivir en la humildad, pudiera acaparar muchas
riquezas. ¡Si era posible¡. Respondió el agente Thompson. Es una orden
acostumbrada al retiro, a la oración, a la penitencia; imitadores por otros
fieles de la iglesia y repudiados por otras facciones de la iglesia católica,
no aceptan la orden, por su exagerada humildad. Para estos monjes estar
descalzos es la máxima demostración de su pobreza y de su repudió a la
ambición. Para poder garantizar la sobrevivencia y expansión de su
congregación, han tenido que aceptar cuantiosos donativos de gente acaudalada
que pretende comprar en vida el perdón de sus pecados, sin hacer uso de dichos
recursos, mas que para su propia subsistencia; inclusive la orden ha recibido
cuantiosas fortunas, por gente que hace entrega de la mismas, porque tienen la
seguridad de que dichos monjes serían incapaces de robarles lo mínimo. Con la
misma facilidad que aceptan donaciones, toleran que su patrimonio se vea
mermado, sin oponer a ella la mínima resistencia. Sepa que aquí en México no
existen los Bancos, así que el mejor Banquero en este región, que además de no
cobrar comisiones ni tampoco intereses, ni hace uso indebido del dinero o de
los bienes que le depositan, son los propios carmelitas.
Scott se sorprendió de saber eso. No daba crédito
que en el mundo existieran grupos religiosos con esas tendencias ideológicas.
Que mejor que ellos, la orden carmelita, la que supiera donde se guardaba el
tesoro de Moctezuma. ¿Pero como hacerles hablar?. Scott había jurado ante la
nobleza católica, que respetaría la fe de estos y de sus iglesias; no podía
emprender ninguna acción violenta en contra de la Iglesia Católica, pues de
hacerlo, correría el peligro de que el clero católico asumiera un papel activo
en la intervención, llamando a sus feligreses a la guerra.
Thompson supo entonces que hacer para descubrir ese
tesoro. Recordó entonces una conversación que tuviera con Guadalupe, aquella
prostituta que dijo haber sido monja. ¡Era cierto¡. ¡Hay una cueva secreta¡. - ¡Resulto cierto lo
que Guadalupe alguna vez le dijo - Esa cueva esta cerca del Pedregal, allá por
el pueblo de San Angel. Es la “boca del diablo”. “la entrada del infierno”,
custodiada por un “charro negro” al que identifican como el diablo; esa cueva
esconde los tesoros que buscamos. En ella hay mucho dinero, joyas, oro, plata,
cofres, barriles, piedras preciosas. El pueblo dice que la cuidan los demonios
y hasta se han atrevido a inventar historias de chaneques, duendes, seres de
ultratumba que disuaden entrar al bosque, pero realmente, los tesoros
escondidos en esa cueva, son custodiados por los bandidos de la región.
Scott permaneció callado,
siguiendo escuchando lo que Thompson le seguía comentando. Una cueva, que es o
que conecta con túneles secretos, si no los conoce uno, corre uno el riesgo de
perderse y jamás regresar al “mundo de los vivos”; por eso la gente dice, que
quien entra en ese lugar, regresa loco y viejo; no ha de ser un lugar
agradable, han de existir cráneos y mucho polvo, un olor fétido; Pero los
únicos que nos pueden llevar a ese escondite, son los monjes carmelitas. No
cabe duda que en esos túneles, los carmelitas esconden sus riquezas. Son unos
túneles que por debajo de la tierra, conectan las iglesias del Carmen y el
Desierto de los Leones.
Scott no pudo concebir la
existencia de esos túneles secretos, mas en una nación tan atrasada como lo era
México. Lo creía de Francia o de Londres, inclusive hasta de Roma; pero no de
México, mucho menos de un poblado tan atrasado como San Angel. Donde los únicos
moradores, sino eran indios lugareños, eran monjes.
También delincuentes. Los
delincuentes son los que están escondidos en el bosque. Son ellos los que
conocen las cuevas y los caminos secretos. Es donde ellos ocultan sus botines
de guerra; los que se han dedicado hacer del bosque, un lugar de leyendas, de
fantasmas y demonios. Es claro, que los únicos espíritus que espantan, son la
de los vivos y no de los muertos. Los que inventan las historias fantasiosas,
para generar miedo y disuadir que nadie busque esos caminos secretos.
Thompson descubrió el tesoro.
Entendió en tan solo unos instantes, lo que en tres años de su estancia había
buscado. ¡Ese lugar existe¡ Los caminos secretos, no es mas que un túnel, que
aprovechando las montañas, los ríos secos o la barranca, se fue construyendo a
lo largo de trescientos años, desde que llegó la orden monástica en San Angel y
en el denominado “Desierto de los Leones”, Esos pasillos secretos, no eran mas
que vereditas, construidas a través del tiempo, los cuales posteriormente
fueron techadas, aprovechando las paredes naturales que el piso rocoso y los
montes le ofrecían; esos caminos se convirtieron en túneles, los cuales se
fusionaban con las cuevas de aquellos montes; Guadalupe tenía razón. La “boca
del diablo” existen y también esas caminos ocultos, alumbrados con quinqués,
repletos de cofres e inmensas fortunas, de cadáveres y niños empaderados.
El túnel no se construyo debajo
de la tierra. Simplemente, el camino se fue construyendo y con el paso del
tiempo, al menos doscientos años tardo en construirse ese supuesto “túnel”, el
cual fue techado y después escondido en medio de las lomas, ocultado por la
tierra, las hojas de los árboles, la vegetación, las piedras volcánicas; la
puerta secreta para acceder a la “boca del diablo”, era y sigue siendo el
convento de los carmelitas. Y para eso, Thompson había contactado ya, a una
exmonja del convento, quien podría llevarlo a ese lugar.
Scott algo incrédulo, pero al
mismo tiempo deseoso de creer que era cierto, decidió optar por lo segundo. Dar
por cierto la existencia de esos supuestos “túneles” para emprender la búsqueda
de ese tesoro, haciendo los trabajos de excavación y talado de árboles que
fueran necesarios, para descubrir ese
tesoro escondido. Pero antes debía de tomar una decisión jurisdiccional. ¡Terminar
la guerra de una vez¡. Para ello debía dejar firme la decisión de darles a cada
uno de los prisioneros de guerra, los traidores y desertores irlandeses,
cincuenta latigazos en sus respectivas espaldas, por haber traicionado la
confianza de los Estados Unidos de América. Luego debía también de convalidar
el castigo de marcarles el rostro a cada uno de sus prisioneros, para que por
vida y en todos los lugares a los que estos fueren, la gente los identificara
como los traidores que habían sido; y finalmente, algunos de ellos, debían de
ser ejecutados en la horca.
De nada sirvieron las pequeñas
gestiones que algunos diplomáticos mexicanos hicieren por la suerte de aquellos
miserables irlandeses, a los que el gobierno mexicano, consideraba como
nacionales. ¿No había perdón ni olvido para los traidores americanos. Cientos
de desertores tuvo también el ejército americano, pero los únicos que fueron
castigados con todo rigor, eran precisamente aquellos que se habían sumado a
las filas del ejército mexicano para formar ese supuesto batallón denominado
“San Patricio”. Ahora que Scott había tomado la decisión de no dar marcha atrás
con los castigos corporales a los soldados traidores y desertores, debía
resolver finalmente, el plan final para acabar con el último reducto de la
defensa mexicana.
Como si en ese momento dios lo
escuchara; un mensajero acababa de llegar para entregarle una carta al general
Scott. Se trataba una misiva de Trist, ministro con plenos poderes del gobierno
americano, para negociar la paz y así celebrar, llamase como se llamara, el
tratado de paz o la compraventa forzosa de los territorios inhóspitos de
México. El Embajador Trist comunicaba al general Scott que tras intensas
negociaciones y haber cedido en el proyecto de tratado, los territorios de la
Baja California, Chihuahua, Coahuila y el paso del Istmo de Tehuantepec; los
representantes del Gobierno mexicano no aceptaron la propuesta, ni menos aun el
ultimátum que se les había concedido. Las conversaciones de paz se habían
interrumpido, y con ello, se contaba con el término de cuarenta y ocho horas
para reanudar la guerra. Si México
perdía su territorio o desaparecía del mundo como nación independiente, sería
por culpa de ellos y solamente de ellos y nada más. No habían ofrecido la paz
generosa ofrecida por los americanos, ni los quince millones de pesos que estos
recibirían a titulo de indemnización. México sufriría los efectos de su segunda
conquista y con ello, la responsabilidad histórica por los hechos que
ocurrieran después.
Thompson cambiando de tema,
instó al general Scott a iniciar su ataque final, desbaratando las últimas
fortificaciones de la ciudad de México. Casa Mata, el Molino del Rey y
finalmente, el Castillo de Chapultepetl. De obtener el triunfo en esas plazas,
el Gobierno mexicano cedería todo; pues la próxima paz no sería susceptible de
negociarse, sino simplemente, de rendirse.
-
Existe
un motivo importante para asaltar Casa Mata. En ella se funden cañones del
ejército enemigo, además de ser una fábrica de pólvora de donde se nutren los
mexicanos. Podrían elaborarse en dichos talleres, hasta trescientos rifles por
día. Los suficientes para poder armar a todos los reos de la Ciudad y ponerlos
en nuestra contra; disfrazar a los muy criminales de todo un ejercito que nos
podría darnos fuertes dolores de cabeza. Desbaratando Casa Mata. La victoria
será inminente. – Aseguro Thompson – pues con ello, acabaremos toda la
producción de armas que pudiera usar en contra nuestra el general Santa Anna.
Scott tenía muchas cosas que
hacer. Buscar el tesoro escondido, convalidar la sentencia del Consejo de
Guerra respecto a los soldados desertores del autodenominado Batallón de San
Patricio y ejecutar el ataque final sobre las últimas fortificaciones de la
defensa mexicana. ¡Resolver esta guerra lo mas pronto posible¡. ¡Hallar un
tesoro para Norteamérica¡. ¡Aumentar su poderío militar y político en la
región¡. ¡Ser porque no, el futuro presidente de los Estados Unidos.
Scott estaba a punto de vivir,
el capitulo mas importante de su vida.