¿Por qué no cambio de opinión y se quedó callado?. Y
ahora, ¿cómo olvidarla?. Dentro de la inmensa soledad de aquel abogado,
recordaba el cuerpo de esa mujer; sus hermosos senos semiredondos y voluptuosos
y ese cuerpo alto, esas caderas y nalgas tan apetecibles, propia de una diosa
griega escultórica; con aquella cabellera larga y radiante, que provocaba el
impulso que de sólo recordarla, el despertar aquellos instintos placenteros,
que por buenos modales y respeto a las buenas costumbres, debían disimularse.
Obviamente Jorge Enrique Salcedo no estaba pensando en su prometida Fernanda,
sino en su madre Amparo. ¿Por qué no cambio su decisión y desistió de pedirle
la mano a su prometida desconocida?.
Inmediatamente reprocho su conducta, su inmoralidad,
su fantasía enferma digo de cualquier loco y pecador. Pero entonces, su
conciencia se preguntaba y se reclamaba, no haber sido dibujante, para poder
sacar de sus manos, al menos sus líneas más placenteras, las más bellas y
deleitables?; ¿Cómo no ser escultor, para tocar con los dedos, al menos esas
formas que por trato y educación, no podía hacer de carne en carne.
Sentado en el escritorio, había que observar entre
los tantos informes confidenciales, el número de elementos con los que contaba
el ejército mexicano, para poder afrontar, la futura guerra con Texas. Se
trataba de un trabajo minucioso, en la que había que sacar algún presupuesto,
para que el Gobierno de la Republica, pudiera contraer futuros créditos, para
emprender la cruzada que haría recuperar la afrenta histórica, de recuperar o
mejor dicho, defender esa parte del territorio nacional, que los yanquis habían
o pretendían mejor dicho, arrebatar.
Sin embargo, dentro de ese trabajo especial, no
podía el joven abogado, tener aquel rato placentero de distraerse y pensar en
otras cosas ajenas a su trabajo. ¿Por qué pensar en algún presupuesto, en
alguna propuesta que a lo mejor no sería acatada?. ¿Cuánto costaría una
guerra?. ¿Las arcas podían garantizar el sostenimiento de un ejército, ¿Por
cuánto tiempo?. ¿Qué posibilidades reales existían para ganar la guerra?.
¡Tenía caso llenar el escritorio entre tantos papeles, sacando estadísticas y
número de efectivos, cuando a lo mejor, sería un trabajo en vano, que tarde o
temprano, terminaría en el mejor de los casos, archivado, o quizás, en el
escritorio de los brillantes asesores militares del Presidente, quienes por su
baja preparación académica, les sería inentendible. Porque pensar en una
solución alterna al conflicto internacional que avecinaba a la Patria, cuando
existían en la vida, otros tipo de placeres más agradables, como el sólo hecho
de imaginar esa mujer en los brazos de uno. “¡Amparo, amada Amparo¡. …
Resignarse que la vida, va y viene y que esos momentos de fantasía, sólo
constituyen, meras especulaciones, sueños despiertos propios de la gente débil
de carácter.
La guerra, de la que tanto se hablaba, era un rumor
cierto. Confirmado por los oficiales del norte del país, quienes traían consigo, “informes confidenciales” de los
discursos pronunciados y publicados en la prensa de la Federación Americana.
Entre ellos, las intenciones de su Presidente James K. Polk, quien se
manifestaba abiertamente partidario de la anexión de Texas. Inclusive tenían el
descaro de decir, que dicho territorio les había pertenecido a los Estados
Unidos y que el mismo fue cedido a la Corona Española, en el Tratado de la
Florida en 1819.
Asimismo, otro tipo de “informes confidenciales”,
también señalaban que altos funcionarios del Gobierno de los Estados Unidos, se
encontraban temerosos, de que tarde o temprano llegaran los ingleses a invadir Texas,
recuperando con ellos su presencia política militar en América; frenando con
ello los designios del destino Manifiesto y de la doctrina Monroe, que
garantizaba a toda el Continente Americano, que ninguna potencia extranjera
podía intervenir en suelo americano. Esa constituía la verdadera preocupación
de los Estados Unidos sobre el asunto de Texas, se trataba simplemente de ganarle
el tiempo a los ingleses, para impedir que estos conquistaran posiciones
estratégicas. Por ello la verdadera amenaza del presidente Polk, no era el
regreso del general Santa Anna, ni mucho menos sus bravatas ni sus discursos
incendiarios de que regresaría a México a recuperar los territorios texanos, simplemente
la verdadera amenaza, era el riesgo de que volvieran los británicos.
¿Cómo poder explicar esta situación al Presidente
Herrera?. Decirle que lo mejor, era negociar antes de entrar a la guerra. Que
la confrontación bélica entre México y Estados Unidos sería ganada por esta
última y que las consecuencias tanto políticas como jurídicas, serían nefastas
para las generaciones futuras. Definitivamente, lo mejor era hacer un buen
negocio internacional, reconocer la independencia de Texas y su anexión a los Estados Unidos y no
comprometer, más de lo que ya estaba, la soberanía nacional.
-
¿Licenciado
como se atreve a proponerme esto?.
-
Coronel
Yáñez, no encuentro en donde radica el error de la propuesta, me parece
definitivamente, que sería lo mejor para dos naciones civilizadas.
-
Mire
licenciado, entiendo toda su formación académica y sus buenas intenciones; pero
México no es una nación todavía civilizada como los Estados Unidos, nos falta
mucho para ser como ellos; así que no podemos buscar una solución conciliatoria
que denigre los intereses patrios, al aceptar condiciones unilaterales y
humillantes para los intereses nacionales; definitivamente no le puedo informar
esto al Presidente, sabe lo que me diría, que no estamos preparados para este
cargo, nos ordenó directamente, diéramos una propuesta de cómo enfrentar este
problema tejano, que se avecina.
-
Coronel,
con el respeto que me merece su más alta investidura, pero yo creo que las
instrucciones del Presidente, no fueron precisamente, la de darle el plan
secreto y estratégico de cómo ganar la futura guerra a los Estados Unidos.
Tengo entendido, porque así me lo manifestó primero, que hiciéramos un estudio,
para saber lo que en términos económicos, políticos y sociales le conviene más
a nuestro país, si realizar una guerra con dicha potencia en la que tenemos un
alto porcentaje de perder toda nuestra dignidad como nación, o bien, buscar una
solución política, donde la Unión Americana pueda obtener lo que quiera, a
cambio de una considerable indemnización pecuniaria que permitiría capitalizar
a éste país.
-
Mire
licenciado Salcedo, si yo voy a informarle esto al Presidente, definitivamente
debo tener bases para exponérselos. Qué
razones me da para hacerlo.
El Coronel Yáñez, era uno de
los militares más jóvenes del Ejército Mexicano, aunque sin ninguna victoria en
el campo militar, bien podía decirse, que era un hombre de letras; tenía la
habilidad de escribir y acordar asuntos delicados con el Presidente y los
Secretarios de Despacho, aunado a su fiel servilismo y convicción política, de
que lo que necesitaba la patria, era precisamente, un gobierno de militares,
que diera de una vez por terminada, esas discusiones propias de los países
civilizados, de las repúblicas democráticas.
Pero el licenciado Salcedo no
era así, pese que existía una amistad con el Coronel Yáñez que databa de años,
no coincidía en todas sus ideas; Salcedo creía en la democracia, en la
necesidad urgente y prioritaria de que el gobierno pudiera, mas que defender
territorios nacionales que nada beneficiaban al país, en lograr lo más pronto
posible, la independencia del verdadero poder político que dominaba al país y
que impedía por lo tanto, el progreso de la nación.
“El enemigo de México, es la
Iglesia, no los Estados Unidos”. – Vaya frase que casi le costaba al licenciado
Salcedo y Salmorán su expulsión de la Academia de Jurisprudencia y de su cargo
burocrático en el Palacio Nacional. Como se atrevió a decírselo, frente a su
Señoría el Cardenal; como también, atreverse a sostener en los banquetes
oficiales, que el verdadero enemigo de la patria, era el mismísimo general
Antonio López de Santa Anna, a quien de cierta forma, le debía agradecimiento y
lealtad; y no las perversas pretensiones democráticas y leguleyos, del
Presidente James Polk.
El Coronel Yáñez soportaba al
licenciado Salcedo, no solamente por el pequeño y sincero aprecio que le tenía
ya de años; sino también, por su inteligencia. Aunque Jorge Enrique Salcedo
dijera cosas absurdas, fuera del contexto político, había que cuidarlo, de que
no hiciera algún día, una estupidez, que le costara no solamente la pérdida de
su empleo, sino también de su vida.
-
¿Por
qué dice que vamos a perder la guerra?. Puedo aceptar quizás que algunas de sus
ideas políticas, sean bien intencionadas, aunque evidentemente incorrectas e
incompatibles con la idiosincrasia del mexicano; pero no puedo asimilar en este
caso, que su propuesta de negociar con los Estados Unidos, sea la mejor para la
patria o como Vos expone, la única solución.
-
Coronel
Yáñez, abusando de la confianza que siempre me ha otorgado y distinguido; le
voy a decir, porque vamos a perder esa guerra.
-
Pues
dígame, deme razones que lleguen a convencerme, pero sobre todo, convencer al
Presidente.
-
México
va perder esa guerra, por algo demasiado importante. ¡Porque no hay dinero¡ así
de fácil, no hay dinero. ¡Si no hay dinero, no podremos pagar las rentar a los
soldados, ni equipararlos de uniformes y municiones, ni pagar vivieres, ni
sostener guarniciones, ni bases, ni emolumentos a los oficiales.
-
Licenciado
Salcedo, esa no es una explicación suficientemente razonable para que yo le
diga al Presidente; bien sabe que desde que se independizo este país, tampoco
había dinero, y mire en estos últimos veinte años, puede el gobierno sostenerse
e inclusive pagarle sus respectivas rentas.
-
Efectivamente
Coronel, pero no es lo mismo pagar una renta a una masa burocrática de mil
empleados; que sostener un ejército de por lo menos veinte mil efectivos, que
logre contener una invasión al territorio nacional.
-
Licenciado,
que no entiende, que lo que se trata, no es de que nos invadan, sino que
nosotros, reiniciemos la expedición militar de Texas, tal como se hizo en la
campaña militar de 1836. ¡Nosotros somos
los que debemos pegar primero¡.
-
Le
recuerdo que esa campaña militar, termino en un verdadero fracaso. Acuérdese
que se perdió.
-
No
licenciando, no se perdió, fue el pendejo del general Filisola que no tuvo los
suficientes huevos, para partirles la madre a esa bola de piratas mercenarios.
Ese general tarado fue el responsable del fracaso de la campaña del 36, tan
sólo con el numero de elementos que tenía, debió de haber aniquilado a ese tal
Houston y sus secuaces..
-
Pero
no lo hizo Coronel, recuerde que acato la instrucción del general Santa Anna.
¡Y no ataco¡.
-
¡De
todos modos licenciado, una nueva campaña militar a Texas, es lo que hay que
proponer al Presidente Herrera. Necesitamos exponerle, cuanto costaría, con
cuantos efectivos podríamos reconquistar el territorio perdido y sostener
nuestras fuerzas armadas, el tiempo necesario para resistir, sorprender y esta
vez, darles una lección a esos güeritos americanos.
Que fácil, imaginar que México
iba ganar la guerra, porque los mexicanos, éramos muy machos y muy valientes.
En pocas palabras, la línea era dar continuidad al proyecto de Santa Anna,
emprender de nueva cuenta la cruzada a Texas, sin embargo, ya el Congreso había
aprobado otorgarle al benemérito, cuatro de los diez millones solicitados,
dinero que por cierto, el pueblo nunca se supo su destino.
-
Coronel,
perdone que lo contradiga; pero si tenemos quince años, planeando la campaña
militar para lograr la independencia de Cuba y no hemos podido hacerlo, por
falta de dinero; no creo posible, que en poco tiempo, podamos organizar, una
nueva campaña militar a Texas.
-
Mire
licenciado, si no se ha hecho lo de Cuba, son muchas razones que nada tiene que
ver con el asunto que estamos tratando y que son además secretos de los altos
mandos militares del país; pero lo que sí le puedo garantizar, en el caso de
planear una nueva campaña militar a Texas, es que ya contamos con la
experiencia militar.
-
Perdone,
que nuevamente lo contradiga. Pero si iniciamos una nueva campaña militar como
la que propone; no debemos incurrir en los errores que se cometieron, al
levantar leva de soldados que sin instrucción y disciplina militar,
emprendieron jornadas de marchas forzadas, en temporada invernal y sin el
mínimo equipamiento militar. Lo que conviene en todo caso, es el transporte de
soldados del regimiento de Veracruz a las costas texanas, sería realmente la
mejor solución para una nueva expedición militar; ¡definitivamente más costosa
la inversión¡ pero de resultados más efectivos.
-
Licenciado
admiro siempre sus buenas intenciones, pero definitivamente, no vive acorde con
la realidad. Usted mismo me acabo de decir, que no hay dinero. Como se atreve
entonces a proponer, la utilización de buques marinos para transportar la tropa
al norte.
-
Pues
por eso Coronel, porque no hay dinero, para ese plan, le insisto, que lo mejor
es negociar.
-
¡No
licenciado¡.- - El Coronel dio un contundente no golpeando el escritorio – No le
voy informar eso al Presidente. Usted no busque problemas, quiero escuchar
soluciones. Tenemos que proponerle al Presidente, un proyecto militar que
permita garantizar el triunfo de la guerra que se avecina, costo, tiempo y
nombres de los futuros responsables.
-
Coronel,
puedo ofrecerle las alternativas que Vos me sugiera, pero a mi leal y saber
entender, lo único que haríamos, sería engañar al Presidente.
-
Licenciado,
el Presidente en este país, es el que menos importa. ¡Que no se da cuenta, que
es una cuestión de principios, de orgullo y dignidad¡. No vamos a permitir
nosotros los militares, que el Presidente, de nuestra caricaturesca republica,
se siente a negociar con esos diplomáticos americanos compradores de bienes
raíces. Primero derrocamos al Presidente, antes de permitir cualquier
negociación, que ponga en riesgo, nuestra integridad como país.
El licenciado Salcedo se quedo
callado. ¡Negociaciones secretas¡. Vaya que el Coronel, no sabía de historia,
ni de política, ni tenía la memoria, de recordar los celebres Tratados de
Velasco, con los cuales, el Benemérito de la Patria, había reconocido la
independencia de Texas.
-
Entonces,
debo suponer, que la propuesta de negociación, definitivamente no va hacer
puesta a consideración del ciudadano Presidente.
-
¡No
hay propuesta, que la que nosotros decidamos¡.- señalando con sus dos manos, la
gallardía de su uniforme – la campaña a Texas, se hará y creó que ya sabemos
quien la encabezara.
-
Perdone
Coronel, pero dentro de nuestros distinguidos militares, tenemos que formular
una propuesta que permita el consenso de todos los mexicanos.
-
Deme
nombres, quiero escuchar nombres de altos oficiales militares, que tengan el
tamaño, la capacidad, el conocimiento, pero sobre todo el liderazgo, de
afrontar la guerra que se avecina.
-
Contamos
con el general Nicolás Bravo. No coincido con sus ideas políticas, pero su
historial de insurgente y de político, le puede permitir, encabezar el ejército
nacional.
-
¡No,
no me convence¡. Además. No se le olvide, que no la llevamos del todo bien, con
el general Bravo.
-
¿Y
el general Mariano Paredes Arrillaga?.
-
¡Ese
menos¡. Es un hombre de muchos huevos, al que respeto y le tengo mis
consideraciones y reservas; pero creó que no sería el militar idóneo.
-
¿Qué
le parece el general Pedro García Anaya?. Es un militar leal, que no interviene
en el juego político y que dará la debida lealtad y subordinación al
Presidente.
-
El
general Anaya es un pendejo.
-
¡Bueno¡….Entonces, que le parece, el general
Mariano Salas.
-
No
está mal. El general Salas, es un buen patriota, que sería capaz de entregar su
vida y sus aspiraciones y ambiciones políticas, a favor de la patria.
Definitivamente, me parece acertada su propuesta, pero creo que a omitido,
darme el nombre, del único militar, capaz de sostener esta travesía militar.
-
¿Los
generales Canalizo, …Arista?. …
-
No
licenciado. ¡No se haga¡. Me refiero al Benemérito de la patria Antonio López
de Santa Anna.
-
¿Santa
Anna?.
-
Si,
el mismísimo general López de Santa Anna. ¿Qué le parece?.
-
Perdone
Su Señoría, pero si critica la propuesta de que el Presidente Herrera convenga
con su homologo James Polk el reconocimiento de Texas, no se le olvide, que
quien hizo las primeras negociaciones, fue el mismísimo Santa Anna con los
Tratados de Velasco.
-
Tiene
razón, pero no se le olvide, que mi general Santa Anna se encontraba privado de
su libertad, y tengo entendido, salvo que usted me corrija abogado, que los
contratos que se obtienen por medio de la violencia, son nulos.
-
¡Vos
tiene la razón¡.
-
Entonces,
en ese tenor los Tratados de Velasco, son nulos. No tienen ninguna validez, pues
una persona privada de su libertad se encuentra coaccionada su voluntad y por
lo tanto su consentimiento se encuentra viciado; además, los mismos tratados nunca
fueron reconocidos por nuestros Congresos.
-
Efectivamente,
Coronel. Dichos tratados no tienen validez alguna, ante la razón del derecho
internacional y del derecho de gentes, esos tratados son evidentemente
nulos. Sin embargo, también le recuerdo,
que el Congreso Americano si reconoció la validez de esos tratados y que se
encuentra, según lo informado por la prensa americana, que obra en la Cámara de
Representantes, la propuesta de ley y de reforma constitucional, de reconocer
la anexión de Texas.
-
Lo
que digan esos pendejos americanos y sus mentadas instituciones republicanas y
democráticas, no tienen para mi, ninguna importancia.
-
Entonces
usted propone, que le digamos al Presidente Herrera, que la mejor opción para
solucionar el problema de Texas, consiste en organizar una campaña militar,
presidida nuevamente, por el general Santa Anna.
-
¡Así
es¡.
-
¿Pero
que acaso no se da cuenta que el general Santa Anna se encuentra preso?. Si no
es fusilado por traición a la patria, tenga por seguro que si será desterrado
del país.
-
Eso
no sucederá licenciado. Para el mes de junio, se espera un golpe político.
Quizás una nueva revuelta que haga retornar en el poder al generalísimo López
de Santa Anna.
-
¿Y
si no es así, si no le parece que estamos traicionando la confianza del
ciudadano Presidente José Joaquín Herrera.
-
No
existe inmoralidad alguna, el Presidente conoce las cualidades militares del
Benemérito de la Patria. Sabe bien que es un hombre valiente, el único militar
en todo el mundo capaz de hacer ejércitos de la nada.
-
¿Pero
con qué moral vamos a proponer que sea el enemigo de la republica, el mismo que
defienda la soberanía nacional?
-
Con
ninguna moral licenciado, Santa Anna será propuesto por el mismísimo
Presidente, y si no es así, será el mismo pueblo que así lo aclame.
-
Muy
bien, Coronel, entiendo lo que Vos propone.
-
Hágame
la propuesta, para acordarla lo más pronto posible.
El licenciado Salcedo tomo aquellos documentos que
integraban su propuesta original de negociación y se quedo pensando; en lo
absurdo de la conversación, la estupidez, ignorancia y soberbia postura de su
jefe inmediato, a quien sin escuchar ni leer, ni analizar los documentos
puestos a su consideración, se había atrevido a rechazar su propuesta de
negociar la salida diplomática al conflicto que se avecinaba.
Salcedo tomo el legajo de documentos y entro a su
privado, donde se sentó y se quedo pensando. “Lidiar con esta bola de idiotas
para que al final ellos resuelvan lo que quieran. Es preferible
definitivamente, pensar en otro tipo de idioteces mas placenteras, como
recordar a Amparo; su distinguida y fina persona, su carácter, su presencia, su
inteligente conversación; las inmensas ganas que tenía en ese momento de estar
con ella; y qué decir, de su hermoso y deleitable cuerpo. ¡Al diablo Santa Anna
y la conquista de Texas¡. Si la expedición se acepta o se rechaza. Si el
congreso americano acepta la adhesión de Texas o la rechaza; ¡Al diablo lo que
venga¡. La persona más importante del mundo y de mí patria entera, es Amparo.