¡Existe un tesoro¡ … dijeron aquellos hombres cuando
el vieron el mapa de la
República Mexicana. – Es el tesoro que hace más de
trescientos años, el Tesorero del Rey de España don Julian de Alderete buscó
incesantemente junto con Hernán Cortes por la tierra azteca e inclusive, hasta
debajo del lago de lo que fue Tenochtitlán y jamás lo encontraron.- Era el tesoro de Moctezuma, el que estaba en
su palacio y fue trasladado de ese lugar, para esconderlo de sus conquistadores
los españoles – Ni aún con el tormento de quemarle los pies, el último Tlatoani
azteca Cuauhtémoc reveló su ubicación. – Era el tesoro de Moctezuma - interpeló
el Gran Maestro – a más de tres siglos, ese patrimonio oculto se encuentran los
secretos para gobernar la humanidad eternamente, no solamente son joyas y
piedras preciosas, son también los códices secretos con los que hallaremos todas
las verdades que rigen las leyes universales del sumo creador. Rescatémoslo,
busquémoslo hasta el último rincón de la sierra, lo podemos encontrar.
¡Bendecidos seamos hermanos, que la iluminación y la sabiduría está con
nosotros!
Cuando hallemos el tesoro, América será la nación
más poderosa del mundo. Alegrémonos que los designios del destino manifiesto
son ciertos; México es una nación donde habita el crimen, donde todos los
demonios andan sueltos. No impera la democracia y no existe tampoco la libertad.
Es un pueblo sumamente ignorante, que no
merece su riqueza, ni guardar en su patria, los íntimos secretos con los cuales
nosotros, los hijos de dios,
gobernaremos el mundo por los próximos mil años.
¡Declaremos la guerra¡ Busquemos ese tesoro y nuestras
generaciones estarán por siempre agradecidas. Iniciemos entonces el nuevo orden
mundial, ganando esta guerra a nuestro país vecino México. Luchemos hermanos
contra la oscuridad, mantengamos el equilibrio y preparémonos para la lucha
interna que sostendremos entre nosotros en los próximos años. ¡Que mejor que en
México, donde aprenderemos primero!
La ceremonia termino y ante la presencia del símbolo
de Baphomet, cada uno de esos inminentes hombres de nombre desconocido, instruyó a su gobierno, lo que tenía que
hacer. ¡Todo sea por cumplir el destino manifiesto, los designios del Supremo
Hacedor de todas las cosas¡.
Fue entonces cuando el agente secreto James
Thompson, salió de América, para dirigirse al suelo mexicano. Era el día
primero de mayo, de 1844.
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