Fernanda era una mujer atractiva, joven, jovial, de
complexión alta y una clase especial, que desde lejos podía verse su fineza,
sus buenos tratos y ademanes, aunada a esa belleza celestial, que los ángeles
no pueden ocultar.
Siempre a las diez de la mañana cruzaba la calle en
compañía de su nana para dirigirse directamente a la Catedral Metropolitana,
sin haberse percatado, que desde lejos, en el primer piso de la Academia de
Jurisprudencia, los observaba aquel maestro de leyes, que tanto se deleitaba de
mirarla y de fantasear con ella, historias, que jamás en su vida,
experimentaría, ni contaría, ni a lo mejor escribiría.
-
Maestro,
me escucha.
El licenciado Salcedo y Salmorán, escucho la voz de
su alumno Armando Villarejo, quien había interrumpido aquellos breves minutos
placenteros que desde la ventana del primer piso, veía a su mujer amada, sin
saber si realmente, la amaba.
-
Lo
escucho bachiller, en que puedo servirle.
-
Maestro,
quiero decirle que sus explicaciones de Derecho Público, me son muy
interesantes y me gustaría adentrarme más en el tema; pero desconozco, que
libros son los que pudiera leer para profundizar más en el tema que usted, tan
gentilmente nos enseña.
-
Los
libros que le podría recomendar, además de ser de difícil adquisición, son
también, de difícil comprensión; más en estos tiempos en que las ideas
políticas se encuentran tan discutidas y a la vez tan ignoradas; que no
quisiera que aprendiera de mi parte, la desilusión que a veces implica conocer
la verdad.
-
¿No
creo que sea desilusionante, saber lo que Usted conoce?.
-
Desde
luego que no, pero si vivirlo.
Jorge Enrique seguía observando la ventana, viendo
como aquella silueta se iba disminuyendo poco a poco. Para ello la clase apenas
iba a comenzar y los demás alumnos de la Academia, iban llegando al salón; al
mismo tiempo, en que esperaban que el profesor iniciara en cualquier momento la
clase.
-
¿Qué
está leyendo?.- Pregunto nuevamente el alumno Villarejo.
-
Thomas
Hobbes, El Leviathán. Por cierto, ahora que me solicita usted algún libro
recomendable para conocer cuestiones de política y de Derecho Público, no
estaría nada mal que lo leyera. Sólo que le advierto que tiene que ser muy
discreto en su lectura, puede ocasionarle algunos problemas.
-
No
lo creo Maestro, viniendo de Vos su autorización y la concesión que me permita
de su lectura, así como de su atenta recomendación, no creo que pueda generarme problema alguno.
El maestro, sonrió a su alumno y le entrego el
libro.
-
¡Gracias
maestro¡.
-
No
tienes porque; en esta vida, hay que robarle tiempo al tiempo, y verdad a la
verdad. No le hará daño saber, lo que es el gobierno de Dios y el gobierno
civil.
Para esos momentos, el aula ya se encontraba la
totalidad de los estudiantes, quienes sentados en sus respectivas bancas, con
pluma en mano se disponían asentar las notas más importantes de la clase.
-
¡Buenos
días distinguidos bachilleres¡.
El grupo en su totalidad callado, se disponía
escuchar la cátedra de su maestro.
-
Continuamos
con la evolución de las ideas políticas del Derecho Público. Las cuales,
recordando lo visto en la clase pasada, dijimos que estas tienen sus
antecedentes en el Derecho Romano, pero que fueron tomando forma poco a poco, a
partir de los estudios de los glosadores en la Universidad de Bolonia.
Hablar de la Universidad de Bolonia, sin hacer
mención siquiera, que alguna vez en México, existió la Real Universidad
Pontifica de México, creada por decreto de su majestad el Rey de España por cédula
real del año de 1551. ¡Que tiempos aquellos¡, en que las universidades eran
claustros del conocimiento, antes de que los mismos se contaminaran de la
pedantería de pseudos doctores que disertaban el cuestiones dogmáticas tan
absurdas, como la pureza de la Virgen María o el misterio de la Santísima
Trinidad. ¡Válgame Dios¡. Tantos asuntos que tratar en este país, como la
propiedad eclesiástica, su reciente independencia política o la construcción de
sus instituciones jurídicas, el fomento a la agricultura, a la minería, la
necesidad de construir vías ferroviarias, caminos, en pocas palabras, alcanzar
la prosperidad, sino como la que decían que ya se vivía en Inglaterra o en
Francia, si por lo menos tratar de alcanzar el nivel de vida político, cultural
y hasta democrático de los Estados Unidos de América. ¡Pero no¡, nuestra
distinguida Universidad, había sido un vestigio de la época medieval, y no
propiamente, de las Universidades de Bolonia o de la Soborna, sino de un rezago
cultural, académico, científico, artístico, propia de este oscurantismo que
todavía nos gobierna. ¡Diablos¡. ¿Cuántos siglos de retraso en éste país?.
Quizás hizo bien, el doctor Valentín Gómez Farías, al haber cerrado para
siempre, esa institución tan grande, como lo fue la Universidad de México.
-
El
derecho público es un cúmulo de conocimientos, que sintetizan una serie de
principios filosóficos respecto al ejercicio del poder político sobre un
determinado territorio que conforma al Estado. Cabe señalar que dentro de esta
teoría que contiene nuestra materia, se encuentran las opiniones de los
jurisconsultos, de los filósofos y teólogos, los cuales algunos de ellos
constituyen ratio scripta, misma que se encuentran insertados tanto en el
Corpus Iuris Civiles como en las Sagradas Escrituras.
¡Vaya¡ ¡Vaya¡. Mira que citar como fuentes del
conocimiento político, a las Sagradas Escrituras, o inclusive, aquella obra
monumental de la historia del Derecho, como lo es el Corpus Iuris Civiles; sin
poderles decir a mis alumnos, que en Europa, lo último novedoso dentro de la
cultura jurídica, es precisamente, el “Código de Napoleón”, “los ideales de
igualdad, libertad y fraternidad de la Revolución Francesa”. ¿Cómo decirles a
estos muchachos que en el derecho Público, antes que explicar teorías constitucionalistas
poco estudiadas, había que entender el pensamiento de Hobbes, Locke, Rousseau,
Montesquieu, Tocqueville; mil veces ellos, que citar a Santo Tomas de Aquino o
San Agustín, o inclusive hasta Pablo de Tarso o Moisés; ¡peor tantito¡, las
citas de nuestros altos y distinguidos políticos, que sin entender el espíritu
de los insurgentes de la revolución de 1810, son ahora los que nos gobiernan y
conducen a éste país, cada vez más a la anarquía total.
Sin embargo, la academia no debe revolverse con los
asuntos políticos, menos aún, de asuntos rutinarios tan temporales como los que
se viven todos los días. Había que enseñarles a los alumnos, cual era la
verdad, introducirles el amor al conocimiento, a la búsqueda y lucha constante,
aunque fuera por momentos demasiada idealista o inclusive irracional, de poder
construir una sociedad mejor, un país libre, justo, igualitario. ¿Cómo poder
transmitir a este grupo de estudiantes, esa pasión por el conocimiento, por la
Jurisprudencia?, ¿cómo enseñarles otra forma distinta de asimilar la realidad.
-
Sin
embargo, las leyes eternas que rigen la forma en que el pueblo debe ser
gobernado, no solamente las podemos encontrar en la raptio scripta; pues
existen otras fuentes de conocimiento jurídico, ¡Cierto¡ con severas críticas,
inclusive algunas de ellas censuradas por la Santa Iglesia Católica, con la
pena de excomunión de quien se atreva leerlas; obras políticas que si bien es
cierto no forman parte del legado y de la inspiración divina, contienen algunas propuestas suficientes
dignas para la discusión académica, que obligan a los juristas de hoy en día, a
colocarse en la disyuntiva de averiguar, cual es la naturaleza y el objeto de
estudio del Derecho Público. ¡Concretamente¡, el status de la cuestión que estudia
el derecho público hoy en día, que podemos inferir tanto de la raptio scripta,
así como de las obras políticas escritas en Europa y en la federación
americana, se limitan a reflexionar sobre la unidad del Estado, la organización
jurídica de la misma a través de una ley fundamental a la que llamaremos
Constitución Política, así como también, la determinación del imperium de la
autoridad gobernante, frente a sus gobernados.
Dentro de esa aula, iluminada
por aquellas ventanas grandes, cada alumno de los ahí presentes, seguían
escuchando con atención la cátedra impartida. ¡Después de todo¡, lo que dijera
el maestro, era verdad sabida, era creíble cada una de sus palabras por el
simple hecho, de que él era el maestro y en consecuencia, el único que sabía respecto
a esos temas.
-
Esta
tripartía entre Estado, Constitución y Persona, es lo más importante de nuestra
materia Derecho Público. Es en sí, la sustancia de nuestra asignatura, lo que
debe de estudiarse, criticarse y conocerse; pero siempre con la imparcialidad y
objetividad que la verdad puede diluirnos. Sin entrar a los dogmatismos,
apasionamientos y a las posturas políticas personales de cada uno de vosotros.
Estudiar simplemente, la naturaleza jurídica del Estado, de lo que es y debe
ser una ley fundamental como lo es la Constitución Política y el significado,
no solamente teológico religioso de la dignidad de la persona humana, sino
también, su connotación jurídica, brillantemente expresada en la Declaración de
los Derechos del Hombre y del Ciudadana promulgada en Francia, o bien, en la
Carta de Virginia colonia de Norteamérica.
Aunque no debía de decir ningún
nombre, ni una referencia espacial o temporal; era inevitable, casi imposible,
citar algunos ejemplos mundiales, de lo que había ocurrido en Francia o en la
revolución americana de las trece colonias. ¿Cómo no decirles cual era la
situación política de esos países en comparación con la nuestra. Sin embargo,
no hacía falta que el profesor se auto cuestionara dichas interrogantes, para
ello, existía el alumno Villarejo, quien desafiando en forma respetuosa la
autoridad del maestro, alzo la mano para preguntar.
- Maestro, como dice Vos
acertadamente, que el Derecho Público, es el conocimiento que estudia al
Estado, a la Constitución Política y a los individuos. Sin embargo, quisiera
preguntarle, si a los países a los que hizo referencia, que son la republica
francesa y los Estados Unidos de América, existe en sus respectivos mandatos
legales, algún cambio social e inclusive político, que los haga totalmente
diferentes en comparación a nuestra patria?.
Realmente Villarejo, quiso entrar a una discusión
política, en la cual su profesor se pronunciara sobre la situación política y
jurídica del país. Decirle cual era su postura, respecto al joven Estado
Mexicano, sobre el ordenamiento legal que regía o debía regir a la nación y
quizás lo más delicado de la pregunta, saber si los mexicanos de este suelo
patrio, tenían garantizada una vida digna, libre e igualitaria, como
posiblemente lo tenían los ciudadanos franceses o americanos. Pero como podía
responder esa preguntar el maestro, como saber si el reciente Estado Mexicano,
nacido el 27 de septiembre de 1821, es decir, ¡Hace veintiséis años¡, era
realmente un Estado o una caricatura grotesca de ese concepto, una simple
parodia de Francia o de Estados Unidos; quizás un reinado huérfano sin rey; una
nación sin posibilidad alguna de desarrollo, más que de cumplir su trágico
destino condenado a desintegrarse totalmente, hasta hundirse entre balas,
fiestas, alcohol y peleas de gallos; entre los sermones de los curas y las
bayonetas de los militares; condenado a soportar la demagogia de sus ocurrentes
y corruptos gobernantes. ¿Cómo podía
responder a esa pregunta, si ultimadamente, el maestro, nunca en su vida había
pisado Norteamérica ni tampoco a Francia. Nunca en su vida, se había trepado en
un buque de vapor, cruzando el mar rumbo a Europa, ya ni mucho menos, haber
visto en toda su vida un ferrocarril corriendo sobre aquellas vías y echando
humo en todo su camino. ¿Cómo podía hablar el maestro del mundo?, sin siquiera,
en toda su existencia, había pisado Oaxaca o Veracruz. Si lo más lejos que su
pequeño universo le había permitido conocer, eran los pueblos de Xochimilco y Tlalpan.
-
No
existe ninguna diferencia entre Francia, Estados Unidos y México. Dichas naciones son republicas, que
tienen distintas formas de pensar y de organizarse jurídicamente por el
bienestar de sus ciudadanos.
-
¿Pero
entonces maestro? Que importancia tiene
conocer si en dichas naciones, saben lo que es un Estado, hablar de sus
respetivas constituciones e inclusive, hasta de los derechos de los ciudadanos;
si dichos países, salvo que Vos me diga lo contrario, son mejor o peor que el
nuestro.
-
Dichas
naciones, no son mejores ni peores que el nuestro. Cada una de ellas, al igual
que en nuestro suelo patrio, tienen problemas sociales a los cuales, ni la
política y mucho menos el derecho, puede todavía resolverlos. Por ejemplo, en
Estados Unidos existe todavía la esclavitud y
en Francia, existen inconformidades sociales de las clases proletarias
hacía su gobierno.
Villarejo dentro de si, se pregunto, que eran las
“clases proletarias”; interrogante que solamente el mismo se formulo, porque
sus demás compañeros del grupo, desconocedores del tema que se disertaba en el
salón de clases, estaban más interesados en que la clase terminara de una vez.
-
Somos
una nación joven. No tenemos ni tres décadas como país independiente; no
podemos compararnos todavía con Norteamérica o Francia, inclusive, hasta con la
propia España. Nuestra patria, busca una identidad jurídica, política y social,
que le está costando trabajo, pero que tan pronto tenga, saldrá adelante como
una nación que establezca y aporte el mundo, una forma distinta de pensar de la
que respetablemente, tienen los franceses, los americanos, los españoles o
ingleses.
Realmente, en cada clase que
Jorge Enrique impartía, encontraba también sus propias respuestas.
¡Efectivamente¡. México buscaba su identidad propia, su forma de ser, ir descubriendo
o construyendo en todo caso, su propio pensamiento político y jurídico, el cual
fuera acorde a su historia y a la idiosincrasia de su gente.
Había que decirles tanto a sus alumnos. Mencionarles
lo importante que era el Derecho Público, en una nación independiente como
México, que sin tener todavía, una edad madura; podía aspirar a ser un país
prospero. Una republica como la que concibió el Insurgente José María Morelos,
donde las leyes que emitiera el Congreso fueran tan justas, que moderaran la riqueza
y la opulencia, para aumentar el jornal al pobre.
Pero Villarejo observándose en comparación de sus
propios compañeros de clase, estaba perfectamente consciente, que nadie de los
ahí presentes, les interesaba conocer la profundidad de esa disertación
académica; inclusive, podía tener la sospecha, que dicha materia les podía ser
tan aburridas e incomprensibles; ¿A quién le podía importar el problema del
Estado, de la Constitución Política, de los derechos del hombre?. Pareciera que
los compañeros del salón de clases, estaban más interesados, en conocer las
reglas de los contratos, la forma en que se llevan los juicios, los
testamentos, las faltas, penas o castigos; o quizás los documentos con los que
se enriquecen los comerciantes. Realmente, Villarejo pensaba que su posición
respecto a la Jurisprudencia, no podía limitarse a una relación jurídica entre
acreedores y deudores; entre jueces, fiscales y abogados; entre criminales y
comerciantes; la inquietud que Villarejo le provocaba ese maestro, era saber
más de lo que el maestro no decía en cada clase, de lo que se callaban de lo
que el mismo se censuraba, quizás por miedo de la iglesia, de las autoridades
de la academia o inclusive, hasta de sus propios compañeros de clase, quienes
podían hacer mofa del maestro, al grado de que los rumores pudieran confundir
al distinguido docto del derecho público, en un enemigo de la Santa Fe.
-
El
derecho público, no solamente estudia la unidad del Estado, su Constitución o
los derechos de los individuos; sino que también, discute algunos temas en
relación a la forma en que debe de ejercerse el poder de los gobernantes. Tomar
postura con fundamento en argumentos justos y naturales, a fin de saber si el
poder de los políticos es descendente, es decir, emanado de la divina
providencia, de Dios, de la Santa Iglesia Católica, quienes dotan a nuestros
gobernantes de la virtud de la prudencia y de la sabiduría, para gobernar a los
súbditos, y poderles mandar, en forma infalible e incuestionable, en miras de
la prosperidad de todos los habitantes de la patria. Pensar simplemente en esa
forma, de que el poder político es una gracia, que el Señor ha dotado a
nuestros gobiernos; ¡oh bien¡, tomar postura, por la tesis contraria, aquella
que se atreve a sostener, que todo el poder político, emana del pueblo en forma
ascendente. Que son los hombres de la patria y nada más ellos, quienes tienen
el poder político, de elegir, mandar e inclusive, hasta de desconocer a sus
propios gobernantes, quienes se encuentran por siempre obligados, a servir al
pueblo, a efecto de hacer posible, el bien de la patria, que mismo pueblo
expresa en su carta fundamental, en su Constitución Política, o en su propia
contrato social.
Esa es la esencia del derecho
público, estudiar el gobierno, pero no los gobiernos temporales que vienen y
van, los que cesan en forma civilizada o a través de las armas o del
desconocimiento popular. Lo que estudia
el Derecho Público, es el Estado, como aquella entidad donde existe pueblo, territorio
y Supremo Gobierno. Donde el pueblo, se integre en forma democrática por los
artesanos, los agricultores, los citadinos, inclusive por los clérigos y los
militares; donde el pueblo se encuentre organizado socialmente, por actividades
económicas, por profesiones, donde todos tengan derecho a la educación, al
libre acceso al conocimiento, a las artes, a ejercer en forma libre cada uno de
sus derechos, con la única limitante de reconocer los derechos de los demás y
de obedecer y en todo caso, de cumplir con las obligaciones, que por el bien de
la patria, le imponga el Gobierno. El
derecho público estudia el pueblo, la forma en que cada uno de sus miembros, se
vean respetados en la esfera de sus derechos y donde el gobierno no solamente
permita, sino que también proteja, la libre empresa, el comercio, la iniciativa
de sus ciudadanos. ¡Eso estudia el Derecho Público¡ – ya hablando con pasión el
maestro, se soltó a expresarse en forma libre, en un monologo del cual cada uno
de sus alumnos, fue poniendo atención a sus palabras – la forma, en como el
Gobierno debe administrar sus provincias, aprovechar centímetro a centímetro su
suelo patrio, su territorio, aprovechar sus recursos, la minería, la ganadería,
la agricultura, la pesca, lo que la madre tierra le proporciona. Defender su
suelo patrio de la amenaza exterior, de la mutilación, de la guerra, del
intervencionismo militar de las potencias extranjeras, el Derecho Público,
estudia la forma en que el gobierno debe autorizar la colonización de sus
territorios, la explotación de sus recursos, la venta de los bienes raíces ¿y porqué no?, ¡hasta la distribución de la
riqueza¡. El derecho público, además de estudiar al pueblo y a su territorio,
también debe hacerlo con uno de sus elementos constitutivos que lo representan
a nivel nacional e internacional. Me refiero a su gobierno. El derecho público
debe estudiar la forma en que se regule ese gobierno, de tal manera, que no
solamente pueda limitar su intervención en la libertad de las personas en el
ejercicio de sus derechos inalienables, sino que también sea capaz de erigirse
en protector de todos, que sea capaz no solamente de imponer el orden en cada
parte y rincón del territorio nacional, sino también, tenga la capacidad de
gobernarse a si mismo, donde no solamente se respete los derechos de cada
hombre, sino también, pueda también respetarse, los derechos que tiene el
pueblo sobre sus gobernantes. Un gobierno, que bajo esa discusión disyuntiva de
definirse con la virtud de la prudencia, la honestidad y la sabiduría que Dios les otorga; oh bien,
un gobierno que ante todo, tenga la obligación de desempeñarse justamente en
cumplimiento de las obligaciones que el pueblo puede reclamar.
Para esos momentos, Jorge Enrique Salcedo y Salmorán
volteaba hacía la ventana del salón del clases, mirando disimuladamente, el
caminar de su admirada dama Fernanda, quien ya venía de regreso de la iglesia
rumbo a su casa.
-
Eso
estudia el derecho Público y eso es lo en forma detallada, iremos estudiando, cada
una de sus clases consecuentes. Siendo todo por hoy.
Los alumnos cerraron sus carpetas, guardaron sus
respectivas plumas y disponiéndose cada una de ellos de abandonar el salón de
clases. Mientras que el profesor Salcedo, seguía observando a la lejana
distancia que la ventana del salón de clases le permitía.
-
Maestro
– acercándose de nueva cuenta Villarejo – ¿los temas actuales que discute el
pueblo, los iremos a tratar en la clase?.
-
¿A
qué temas te refieres?. – Seguía observando el maestro, sin despegar su mirada
de la ventana.
-
A
las formas de gobierno que ha experimentado el país, si es mejor el federalismo
que el centralismo, la monarquía que la república, la constitución actual que
la de 1824.
-
Esos
no son temas de Derecho Público, son meramente asuntos de la política
cotidiana. Y sépalo distinguido bachiller, que en esta Academia de Leyes, se
estudia la Jurisprudencia, no las tesis, los discursos y pronunciamientos de
los políticos del momento.
-
¿Pero
entonces, como podemos entender un derecho público mexicano, sino tenemos un
marco de referencia para reflexionar como usted dice, la aplicabilidad o no de
las ideas de esta materia, a la realidad actual por la que cruza nuestra
nación?.
-
Muy
buena pregunta, hasta la fecha, yo mismo me lo sigo preguntando.
Para ese entonces, la silueta de Fernanda, se había
desaparecido entre la multitud. Jorge Enrique sólo suspiro desde el salón de
clases, teniendo que esperar hasta el día siguiente, para volver a ver, aunque
fuera desde lejos, a su amada Dulcinea.
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