jueves, 18 de agosto de 2016

CAPITULO 15


¿Por qué no cambio de opinión y se quedó callado?. Y ahora, ¿cómo olvidarla?. Dentro de la inmensa soledad de aquel abogado, recordaba el cuerpo de esa mujer; sus hermosos senos semiredondos y voluptuosos y ese cuerpo alto, esas caderas y nalgas tan apetecibles, propia de una diosa griega escultórica; con aquella cabellera larga y radiante, que provocaba el impulso que de sólo recordarla, el despertar aquellos instintos placenteros, que por buenos modales y respeto a las buenas costumbres, debían disimularse. Obviamente Jorge Enrique Salcedo no estaba pensando en su prometida Fernanda, sino en su madre Amparo. ¿Por qué no cambio su decisión y desistió de pedirle la mano a su prometida desconocida?.

Inmediatamente reprocho su conducta, su inmoralidad, su fantasía enferma digo de cualquier loco y pecador. Pero entonces, su conciencia se preguntaba y se reclamaba, no haber sido dibujante, para poder sacar de sus manos, al menos sus líneas más placenteras, las más bellas y deleitables?; ¿Cómo no ser escultor, para tocar con los dedos, al menos esas formas que por trato y educación, no podía hacer de carne en carne.

Sentado en el escritorio, había que observar entre los tantos informes confidenciales, el número de elementos con los que contaba el ejército mexicano, para poder afrontar, la futura guerra con Texas. Se trataba de un trabajo minucioso, en la que había que sacar algún presupuesto, para que el Gobierno de la Republica, pudiera contraer futuros créditos, para emprender la cruzada que haría recuperar la afrenta histórica, de recuperar o mejor dicho, defender esa parte del territorio nacional, que los yanquis habían o pretendían mejor dicho, arrebatar.

Sin embargo, dentro de ese trabajo especial, no podía el joven abogado, tener aquel rato placentero de distraerse y pensar en otras cosas ajenas a su trabajo. ¿Por qué pensar en algún presupuesto, en alguna propuesta que a lo mejor no sería acatada?. ¿Cuánto costaría una guerra?. ¿Las arcas podían garantizar el sostenimiento de un ejército, ¿Por cuánto tiempo?. ¿Qué posibilidades reales existían para ganar la guerra?. ¡Tenía caso llenar el escritorio entre tantos papeles, sacando estadísticas y número de efectivos, cuando a lo mejor, sería un trabajo en vano, que tarde o temprano, terminaría en el mejor de los casos, archivado, o quizás, en el escritorio de los brillantes asesores militares del Presidente, quienes por su baja preparación académica, les sería inentendible. Porque pensar en una solución alterna al conflicto internacional que avecinaba a la Patria, cuando existían en la vida, otros tipo de placeres más agradables, como el sólo hecho de imaginar esa mujer en los brazos de uno. “¡Amparo, amada Amparo¡. … Resignarse que la vida, va y viene y que esos momentos de fantasía, sólo constituyen, meras especulaciones, sueños despiertos propios de la gente débil de carácter.

La guerra, de la que tanto se hablaba, era un rumor cierto. Confirmado por los oficiales del norte del país, quienes traían  consigo, “informes confidenciales” de los discursos pronunciados y publicados en la prensa de la Federación Americana. Entre ellos, las intenciones de su Presidente James K. Polk, quien se manifestaba abiertamente partidario de la anexión de Texas. Inclusive tenían el descaro de decir, que dicho territorio les había pertenecido a los Estados Unidos y que el mismo fue cedido a la Corona Española, en el Tratado de la Florida en 1819.


Asimismo, otro tipo de “informes confidenciales”, también señalaban que altos funcionarios del Gobierno de los Estados Unidos, se encontraban temerosos, de que tarde o temprano llegaran los ingleses a invadir Texas, recuperando con ellos su presencia política militar en América; frenando con ello los designios del destino Manifiesto y de la doctrina Monroe, que garantizaba a toda el Continente Americano, que ninguna potencia extranjera podía intervenir en suelo americano. Esa constituía la verdadera preocupación de los Estados Unidos sobre el asunto de Texas, se trataba simplemente de ganarle el tiempo a los ingleses, para impedir que estos conquistaran posiciones estratégicas. Por ello la verdadera amenaza del presidente Polk, no era el regreso del general Santa Anna, ni mucho menos sus bravatas ni sus discursos incendiarios de que regresaría a México a recuperar los territorios texanos, simplemente la verdadera amenaza, era el riesgo de que volvieran los británicos.

¿Cómo poder explicar esta situación al Presidente Herrera?. Decirle que lo mejor, era negociar antes de entrar a la guerra. Que la confrontación bélica entre México y Estados Unidos sería ganada por esta última y que las consecuencias tanto políticas como jurídicas, serían nefastas para las generaciones futuras. Definitivamente, lo mejor era hacer un buen negocio internacional, reconocer la independencia de Texas  y su anexión a los Estados Unidos y no comprometer, más de lo que ya estaba, la soberanía nacional.

-      ¿Licenciado como se atreve a proponerme esto?.
-      Coronel Yáñez, no encuentro en donde radica el error de la propuesta, me parece definitivamente, que sería lo mejor para dos naciones civilizadas.
-      Mire licenciado, entiendo toda su formación académica y sus buenas intenciones; pero México no es una nación todavía civilizada como los Estados Unidos, nos falta mucho para ser como ellos; así que no podemos buscar una solución conciliatoria que denigre los intereses patrios, al aceptar condiciones unilaterales y humillantes para los intereses nacionales; definitivamente no le puedo informar esto al Presidente, sabe lo que me diría, que no estamos preparados para este cargo, nos ordenó directamente, diéramos una propuesta de cómo enfrentar este problema tejano, que se avecina.
-      Coronel, con el respeto que me merece su más alta investidura, pero yo creo que las instrucciones del Presidente, no fueron precisamente, la de darle el plan secreto y estratégico de cómo ganar la futura guerra a los Estados Unidos. Tengo entendido, porque así me lo manifestó primero, que hiciéramos un estudio, para saber lo que en términos económicos, políticos y sociales le conviene más a nuestro país, si realizar una guerra con dicha potencia en la que tenemos un alto porcentaje de perder toda nuestra dignidad como nación, o bien, buscar una solución política, donde la Unión Americana pueda obtener lo que quiera, a cambio de una considerable indemnización pecuniaria que permitiría capitalizar a éste país.
-      Mire licenciado Salcedo, si yo voy a informarle esto al Presidente, definitivamente debo tener bases para  exponérselos. Qué razones me da para hacerlo.

El Coronel Yáñez, era uno de los militares más jóvenes del Ejército Mexicano, aunque sin ninguna victoria en el campo militar, bien podía decirse, que era un hombre de letras; tenía la habilidad de escribir y acordar asuntos delicados con el Presidente y los Secretarios de Despacho, aunado a su fiel servilismo y convicción política, de que lo que necesitaba la patria, era precisamente, un gobierno de militares, que diera de una vez por terminada, esas discusiones propias de los países civilizados, de las repúblicas democráticas.

Pero el licenciado Salcedo no era así, pese que existía una amistad con el Coronel Yáñez que databa de años, no coincidía en todas sus ideas; Salcedo creía en la democracia, en la necesidad urgente y prioritaria de que el gobierno pudiera, mas que defender territorios nacionales que nada beneficiaban al país, en lograr lo más pronto posible, la independencia del verdadero poder político que dominaba al país y que impedía por lo tanto, el progreso de la nación.

“El enemigo de México, es la Iglesia, no los Estados Unidos”. – Vaya frase que casi le costaba al licenciado Salcedo y Salmorán su expulsión de la Academia de Jurisprudencia y de su cargo burocrático en el Palacio Nacional. Como se atrevió a decírselo, frente a su Señoría el Cardenal; como también, atreverse a sostener en los banquetes oficiales, que el verdadero enemigo de la patria, era el mismísimo general Antonio López de Santa Anna, a quien de cierta forma, le debía agradecimiento y lealtad; y no las perversas pretensiones democráticas y leguleyos, del Presidente James Polk.

El Coronel Yáñez soportaba al licenciado Salcedo, no solamente por el pequeño y sincero aprecio que le tenía ya de años; sino también, por su inteligencia. Aunque Jorge Enrique Salcedo dijera cosas absurdas, fuera del contexto político, había que cuidarlo, de que no hiciera algún día, una estupidez, que le costara no solamente la pérdida de su empleo, sino también de su vida.

-      ¿Por qué dice que vamos a perder la guerra?. Puedo aceptar quizás que algunas de sus ideas políticas, sean bien intencionadas, aunque evidentemente incorrectas e incompatibles con la idiosincrasia del mexicano; pero no puedo asimilar en este caso, que su propuesta de negociar con los Estados Unidos, sea la mejor para la patria o como Vos expone, la única solución.
-      Coronel Yáñez, abusando de la confianza que siempre me ha otorgado y distinguido; le voy a decir, porque vamos a perder esa guerra.
-      Pues dígame, deme razones que lleguen a convencerme, pero sobre todo, convencer al Presidente.
-      México va perder esa guerra, por algo demasiado importante. ¡Porque no hay dinero¡ así de fácil, no hay dinero. ¡Si no hay dinero, no podremos pagar las rentar a los soldados, ni equipararlos de uniformes y municiones, ni pagar vivieres, ni sostener guarniciones, ni bases, ni emolumentos a los oficiales.
-      Licenciado Salcedo, esa no es una explicación suficientemente razonable para que yo le diga al Presidente; bien sabe que desde que se independizo este país, tampoco había dinero, y mire en estos últimos veinte años, puede el gobierno sostenerse e inclusive pagarle sus respectivas rentas.
-      Efectivamente Coronel, pero no es lo mismo pagar una renta a una masa burocrática de mil empleados; que sostener un ejército de por lo menos veinte mil efectivos, que logre contener una invasión al territorio nacional.
-      Licenciado, que no entiende, que lo que se trata, no es de que nos invadan, sino que nosotros, reiniciemos la expedición militar de Texas, tal como se hizo en la campaña militar de 1836.  ¡Nosotros somos los que debemos pegar primero¡.
-      Le recuerdo que esa campaña militar, termino en un verdadero fracaso. Acuérdese que se perdió.
-      No licenciando, no se perdió, fue el pendejo del general Filisola que no tuvo los suficientes huevos, para partirles la madre a esa bola de piratas mercenarios. Ese general tarado fue el responsable del fracaso de la campaña del 36, tan sólo con el numero de elementos que tenía, debió de haber aniquilado a ese tal Houston y sus secuaces..
-      Pero no lo hizo Coronel, recuerde que acato la instrucción del general Santa Anna. ¡Y no ataco¡.
-      ¡De todos modos licenciado, una nueva campaña militar a Texas, es lo que hay que proponer al Presidente Herrera. Necesitamos exponerle, cuanto costaría, con cuantos efectivos podríamos reconquistar el territorio perdido y sostener nuestras fuerzas armadas, el tiempo necesario para resistir, sorprender y esta vez, darles una lección a esos güeritos americanos.



Que fácil, imaginar que México iba ganar la guerra, porque los mexicanos, éramos muy machos y muy valientes. En pocas palabras, la línea era dar continuidad al proyecto de Santa Anna, emprender de nueva cuenta la cruzada a Texas, sin embargo, ya el Congreso había aprobado otorgarle al benemérito, cuatro de los diez millones solicitados, dinero que por cierto, el pueblo nunca se supo su destino.

-      Coronel, perdone que lo contradiga; pero si tenemos quince años, planeando la campaña militar para lograr la independencia de Cuba y no hemos podido hacerlo, por falta de dinero; no creo posible, que en poco tiempo, podamos organizar, una nueva campaña militar a Texas.
-      Mire licenciado, si no se ha hecho lo de Cuba, son muchas razones que nada tiene que ver con el asunto que estamos tratando y que son además secretos de los altos mandos militares del país; pero lo que sí le puedo garantizar, en el caso de planear una nueva campaña militar a Texas, es que ya contamos con la experiencia militar.
-      Perdone, que nuevamente lo contradiga. Pero si iniciamos una nueva campaña militar como la que propone; no debemos incurrir en los errores que se cometieron, al levantar leva de soldados que sin instrucción y disciplina militar, emprendieron jornadas de marchas forzadas, en temporada invernal y sin el mínimo equipamiento militar. Lo que conviene en todo caso, es el transporte de soldados del regimiento de Veracruz a las costas texanas, sería realmente la mejor solución para una nueva expedición militar; ¡definitivamente más costosa la inversión¡ pero de resultados más efectivos.
-      Licenciado admiro siempre sus buenas intenciones, pero definitivamente, no vive acorde con la realidad. Usted mismo me acabo de decir, que no hay dinero. Como se atreve entonces a proponer, la utilización de buques marinos para transportar la tropa al norte.
-      Pues por eso Coronel, porque no hay dinero, para ese plan, le insisto, que lo mejor es negociar.
-      ¡No licenciado¡.- - El Coronel dio un contundente no golpeando el escritorio – No le voy informar eso al Presidente. Usted no busque problemas, quiero escuchar soluciones. Tenemos que proponerle al Presidente, un proyecto militar que permita garantizar el triunfo de la guerra que se avecina, costo, tiempo y nombres de los futuros responsables.
-      Coronel, puedo ofrecerle las alternativas que Vos me sugiera, pero a mi leal y saber entender, lo único que haríamos, sería engañar al Presidente.
-      Licenciado, el Presidente en este país, es el que menos importa. ¡Que no se da cuenta, que es una cuestión de principios, de orgullo y dignidad¡. No vamos a permitir nosotros los militares, que el Presidente, de nuestra caricaturesca republica, se siente a negociar con esos diplomáticos americanos compradores de bienes raíces. Primero derrocamos al Presidente, antes de permitir cualquier negociación, que ponga en riesgo, nuestra integridad como país.

El licenciado Salcedo se quedo callado. ¡Negociaciones secretas¡. Vaya que el Coronel, no sabía de historia, ni de política, ni tenía la memoria, de recordar los celebres Tratados de Velasco, con los cuales, el Benemérito de la Patria, había reconocido la independencia de Texas.

-      Entonces, debo suponer, que la propuesta de negociación, definitivamente no va hacer puesta a consideración del ciudadano Presidente.
-      ¡No hay propuesta, que la que nosotros decidamos¡.- señalando con sus dos manos, la gallardía de su uniforme – la campaña a Texas, se hará y creó que ya sabemos quien la encabezara.
-      Perdone Coronel, pero dentro de nuestros distinguidos militares, tenemos que formular una propuesta que permita el consenso de todos los mexicanos.
-      Deme nombres, quiero escuchar nombres de altos oficiales militares, que tengan el tamaño, la capacidad, el conocimiento, pero sobre todo el liderazgo, de afrontar la guerra que se avecina.
-      Contamos con el general Nicolás Bravo. No coincido con sus ideas políticas, pero su historial de insurgente y de político, le puede permitir, encabezar el ejército nacional.
-      ¡No, no me convence¡. Además. No se le olvide, que no la llevamos del todo bien, con el general Bravo.
-      ¿Y el general Mariano Paredes Arrillaga?.
-      ¡Ese menos¡. Es un hombre de muchos huevos, al que respeto y le tengo mis consideraciones y reservas; pero creó que no sería el militar idóneo.
-      ¿Qué le parece el general Pedro García Anaya?. Es un militar leal, que no interviene en el juego político y que dará la debida lealtad y subordinación al Presidente.
-      El general Anaya es un pendejo.
-       ¡Bueno¡….Entonces, que le parece, el general Mariano Salas.
-      No está mal. El general Salas, es un buen patriota, que sería capaz de entregar su vida y sus aspiraciones y ambiciones políticas, a favor de la patria. Definitivamente, me parece acertada su propuesta, pero creo que a omitido, darme el nombre, del único militar, capaz de sostener esta travesía militar.
-      ¿Los generales Canalizo, …Arista?. …
-      No licenciado. ¡No se haga¡. Me refiero al Benemérito de la patria Antonio López de Santa Anna.
-      ¿Santa Anna?.
-      Si, el mismísimo general López de Santa Anna. ¿Qué le parece?.
-      Perdone Su Señoría, pero si critica la propuesta de que el Presidente Herrera convenga con su homologo James Polk el reconocimiento de Texas, no se le olvide, que quien hizo las primeras negociaciones, fue el mismísimo Santa Anna con los Tratados de Velasco.
-      Tiene razón, pero no se le olvide, que mi general Santa Anna se encontraba privado de su libertad, y tengo entendido, salvo que usted me corrija abogado, que los contratos que se obtienen por medio de la violencia, son nulos.
-      ¡Vos tiene la razón¡.
-      Entonces, en ese tenor los Tratados de Velasco, son nulos. No tienen ninguna validez, pues una persona privada de su libertad se encuentra coaccionada su voluntad y por lo tanto su consentimiento se encuentra viciado; además, los mismos tratados nunca fueron reconocidos por nuestros Congresos.
-      Efectivamente, Coronel. Dichos tratados no tienen validez alguna, ante la razón del derecho internacional y del derecho de gentes, esos tratados son evidentemente nulos.  Sin embargo, también le recuerdo, que el Congreso Americano si reconoció la validez de esos tratados y que se encuentra, según lo informado por la prensa americana, que obra en la Cámara de Representantes, la propuesta de ley y de reforma constitucional, de reconocer la anexión de Texas.
-      Lo que digan esos pendejos americanos y sus mentadas instituciones republicanas y democráticas, no tienen para mi, ninguna importancia.
-      Entonces usted propone, que le digamos al Presidente Herrera, que la mejor opción para solucionar el problema de Texas, consiste en organizar una campaña militar, presidida nuevamente, por el general Santa Anna.
-      ¡Así es¡.
-      ¿Pero que acaso no se da cuenta que el general Santa Anna se encuentra preso?. Si no es fusilado por traición a la patria, tenga por seguro que si será desterrado del país.
-      Eso no sucederá licenciado. Para el mes de junio, se espera un golpe político. Quizás una nueva revuelta que haga retornar en el poder al generalísimo López de Santa Anna.
-      ¿Y si no es así, si no le parece que estamos traicionando la confianza del ciudadano Presidente José Joaquín Herrera.
-      No existe inmoralidad alguna, el Presidente conoce las cualidades militares del Benemérito de la Patria. Sabe bien que es un hombre valiente, el único militar en todo el mundo capaz de hacer ejércitos de la nada.
-      ¿Pero con qué moral vamos a proponer que sea el enemigo de la republica, el mismo que defienda la soberanía nacional?
-      Con ninguna moral licenciado, Santa Anna será propuesto por el mismísimo Presidente, y si no es así, será el mismo pueblo que así lo aclame.
-      Muy bien, Coronel, entiendo lo que Vos propone.
-      Hágame la propuesta, para acordarla lo más pronto posible.

El licenciado Salcedo tomo aquellos documentos que integraban su propuesta original de negociación y se quedo pensando; en lo absurdo de la conversación, la estupidez, ignorancia y soberbia postura de su jefe inmediato, a quien sin escuchar ni leer, ni analizar los documentos puestos a su consideración, se había atrevido a rechazar su propuesta de negociar la salida diplomática al conflicto que se avecinaba.

Salcedo tomo el legajo de documentos y entro a su privado, donde se sentó y se quedo pensando. “Lidiar con esta bola de idiotas para que al final ellos resuelvan lo que quieran. Es preferible definitivamente, pensar en otro tipo de idioteces mas placenteras, como recordar a Amparo; su distinguida y fina persona, su carácter, su presencia, su inteligente conversación; las inmensas ganas que tenía en ese momento de estar con ella; y qué decir, de su hermoso y deleitable cuerpo. ¡Al diablo Santa Anna y la conquista de Texas¡. Si la expedición se acepta o se rechaza. Si el congreso americano acepta la adhesión de Texas o la rechaza; ¡Al diablo lo que venga¡. La persona más importante del mundo y de mí patria entera, es Amparo.