martes, 27 de septiembre de 2016

CAPITULO 53


El día que el general Antonio López de Santa Anna salió de la Casona de Tizapan para partir a saltillo, instruyó a su abogado Enrique Salcedo a ponerse en contacto inmediato con el Coronel Yáñez, para recibir el parque y hacer el pago del mismo.

Era obvio que para esas alturas, lo que más le importaba para Salcedo, era conocer el paradero de su prometida Fernanda, que días antes, de manera misteriosa había desaparecido de la casona, sin ni siquiera haberse parado al funeral de su padre, ni tampoco, haber esperado la fecha de las nupcias.

Fernanda entablo contacto con el cadete Jesús Melgar, desde días antes de aquella inesperada visita de Santa Anna a la Casona de Tizapan, ella fue quien le propuso a su novio, abandonar la ciudad de México e irse a radicar a una casona propiedad de su padre, que se encontraba en el puerto de Veracruz; ahí lejos de la autoridad de su padre y con el encubrimiento de su madre, podrían iniciar una vida, sin que nadie les prohibiera su unión matrimonial. Jesús Melgar respondió que si, aunque no le pareció bien la idea de habitar una casa que no era suya, consideró que lo importante era estar con su amada, que finalmente la carrera militar no era para él, que jamás podía tener la cabeza de los militares mexicanos, siempre farsantes y traidores a la patria.



Pero mientras eso ocurría, mientras Jesús Melgar había desertado del Colegio Militar, para fugarse con su novia e irse a Veracruz, tuvo que planear bien su fuga. Aprovechar el clima de incertidumbre que se vivía en el Colegio, los rumores del avance americano ya dejaban de ser especulaciones para ser hechos ciertos, muchos padres de familia habían acudido al Colegio a retirar a sus hijos, no querían que sus menores fueran enlistados a la guerra, no fue así en el caso de Jesús, quien su padrino el Coronel Mario Melgar Gutiérrez y Mendizábal le insistía una vez más a que terminara sus estudios, para que obtuviera el grado militar que merecía. Pero Jesús Melgar se dio cuenta que no bastaba en su patria, ser cadete del Colegio Militar para convertirse en general; bastaba ser amigo de Santa Anna, o de  cualquier otro general como Mariano Salas, Mariano Paredes Arrillaga o Anastasio Bustamante, o del jefe de armas en turno, para que pudiera ser designado como general y gozar de los emolumentos como si fuera uno conquistador. ¿Para que ir a la escuela en este país?. Si finalmente los que llegan a las posiciones políticas de poder, es gente que nunca paso por la salones de clase, para que perder mi tiempo en un Colegio donde mis maestros predican falsos valores, donde muestran sus personalidades falsas, hipócritas, que no son acordes con sus discursos, si ellos, son viles empleados de una clase soberbia y opulenta. En este país, México, no existían las academias militares de los Estados Unidos, nuestro Colegio Militar no tenía la honra para ser auténticamente, un semillero de futuros líderes militares, en sus filas jamás habría un Napoleón Bonaparte, ni un general de la talla del Duque de Winstón, quien derrotara al mismísimo Napoleón. En nuestro país, no basta saber trigonometría para ser artillero. De nada sirven las fórmulas matemáticas de los senos, cósenos y tangentes, de los catetos y la hipotenusa, para poder medir la velocidad, distancia y trayectoria de las balas de nuestros cañones, sólo basta cualquier hombre bragado, ignorante y malhecho, que se le enseñara disparar cañones. Sólo bastaba ser amigo de algún general y tener compromisos y ambiciones políticas, para convertirse en general. Jesús Melgar, abandono el Colegio Militar, pero no por cobardía a la guerra, si bien lo hizo por el amor de su novia, también lo hizo convencido de que cada día en chapultepetl, era un día de simulación, frustración y mentira. Esa patria querida, esa nación tricolor de pasado inmemorable, sería abatida no por los americanos invasores, sino traicionada por sus propios hijos. Jesús entendió que el peor enemigo de México, no era Estados Unidos, sino el propio México. 



Fernanda espero a su amado y olvidándose de las formas, de la moral y las buenas costumbres, decidió ser ella quien tomara la iniciativa de abandonar su seno familiar. No quería ser como su madre, no se visualizaba como una mujer que tejiera las horas y horas, detrás de las ventanas y viendo el cielo como convertirse en noche. Fernanda se asimilaba como una mujer libre para decidir, para volar, para viajar de un lugar a otro y quedarse por siempre, con el hombre que realmente amaba. No visualizaba su idea con Jorge enrique, un hombre intelectual como él, no entendería jamás el valor del dinero, del placer, de los viajes y del entretenimiento, no podría contemplar jamás la tarde y la noche, sentir el viento, la brisa, el canto de los grillos y de las estrellas, su vida con él, sería aburrida, viendo a su hombre vestirse siempre con esos trajes oscuros y formales, escribiendo textos y textos en manuscritos ilegibles, hablando de constituciones y de teorías aburridas que solamente los académicos podrían entender; su vida con él, sería desplazada con los otros amores que competiría: la filosofía, la política y la historia, pero jamás a ella como una mujer de carne y hueso.  Jesús en cambio, ofrecía la opción de un hombre de casa, un hombre que aunque fuera pobre y no de buena familia, le ofrecía estar con ella, para quererla, abrazarla, protegerla del frío, del calor, del día y de la noche; Jesús Melgar era el hombre ideal de Fernanda, podrían montar una tienda en Veracruz e iniciar una vida de comerciantes, en anteriores viajes al puerto, le constaba que Veracruz, debía de ser la capital del país, pues ahí circulaba el dinero, ahí embarcaban los barcos ingleses, americanos, franceses y de otras naciones cuyas banderas desconocía, pero que embarcaban al puerto con mercancía para comprar y vender; podía establecer un local en su casa y porque no, comprar curiosidades que se fabricaban en Europa, relojes, quinqués, vajillas, telescopios, o frutas y semillas desconocidas o bien, telas provenientes de otras partes del mundo, podía adquirir varios artículos y venderlas a Puebla o a México, con lo que ella vendiera, podría seguir conservando el nivel de vida a la que estaba acostumbrada vivir.



Jesús Melgar acepto ese plan. Para vergüenza de su padre anunció su deserción del Colegio Militar, el coronel frustrado trato de impedir esa decisión de su hijo, inclusive amenazo con desconocerlo y cerrarle todas las puertas de sus contactos en el gobierno, que le ofrecían desde luego, un mejor porvenir que ser un simple comerciante. - ¡No seas imbécil¡. – le reclamaba su padre, con el grado militar, podrías ser recaudador de rentas o de impuestos, podríamos conseguir una aduana en Tampico o en cualquier puerto marítimo y podrías vivir decorosamente del pago de las alcabalas y de los impuestos, podrías comprar un puesto en el gobierno que te garantizara tu estabilidad económica, vinieran los gobiernos y las revoluciones que vinieran. Jesús Melgar al querer ser comerciante, se cerraba la opción de una vida segura y bien remunerada. Renunciaba a los haberes semanales que pagaba el ejército y que además eran tan seguros, como el diezmo de los sacerdotes, a cambio de llevar una vida vil especulativa de comerciante, asumiendo actitudes de un asqueroso italiano o judío, traidor al cristianismo.

Pero Jesús Melgar renunció a su vida de militar, renunció a la guerra; renunció a repetir el mismo patrón de su padre. Un funcionario de grado medio militar, que se prestaba a servir las cúpulas corruptas del poder que empobrecían y amenazaban a destruir su país. Su padre, había que decirlo en todas sus palabras, ni siquiera era un militar que podía presumir de honorabilidad, caballerosidad, heroísmo y valentía militar en la guerra, su padre no era mas que uno de los tantos hombrecillos aludadores y servilistas de Santa Anna, inmiscuidos al igual que con traidores al gobierno, que con gente del gobierno, con los nacionales, que con los extranjeros, que con la policía que  con  la gavilla de salteadores y bandoleros escondidos en los parajes de México Veracruz. Su padre, no era un militar en el sentido estricto de la palabra, era aunque lo doliera reconocerlo, un bandido con permiso del Supremo Gobierno para atracar y asesinar a la gente sin juicio alguno; no tenía de él, ningún ejemplo de moralidad, lealtad y mucho menos de patriotismo.



Jesús Melgar y Fernanda abandonaron la Ciudad de México e iniciaron su nueva vida en el puerto de Veracruz; y mientras eso ocurría, Enrique Salcedo espero noticia alguna, para saber donde estaba su prometida, pero nadie le informaba, inclusive su futura suegra, Amparo Magdalena, quien no daba razón de su paradero, más que de aquella secreta noticia que aún no quería revelar. ¿Qué había pasado antes?.  Resulta que horas antes de que el general Santa Anna llegara a la Casa de Tizapan, Fernanda y su madre habían sostenido una fuerte discusión.

-      ¿De qué?.

Amparo se quedó callada, como queriendo evadir el tema. Pero entonces de manera pausada y serena, Amparo confeso.

-      Mi hija no te quiere. Nunca quiso casarse contigo.

Enrique no pudo responder a dicha afirmación, se quedó callado e inmóvil, sin decir palabra alguna.

-      Mi hija, está enamorada de un joven cadete del Colegio Militar. Jesús Melgar. ¡Huyó con él¡. Se fueron muy lejos de aquí, a iniciar una nueva vida.

Y hasta ahora me lo dice. Cuando estaba a unos días de contraer matrimonio; porque el día de hoy se me informa que su hija quería otro hombre, que acaso no merecía respeto alguno, era y creo seguir siendo, el prometido de su hija.



Amparo se quedó callada, haciendo una mirada reprochando quizás la ironía, el cinismo o la hipocresía de Enrique. Ah decir verdad, él tampoco quería a su hija. ¿Entonces que reprochaba?. Enrique se quedo pensando que no se casaría con su prometida, que Fernanda era su único camino, para estar lo mas cerca de Amparo, el quería a esa mujer y no a su hija, él tenía que casarse con su hija, pero para estar cerca de la mujer que realmente amaba. Ahora las cosas cambiaban, su suegro había fallecido, su prometida había sido raptada con su novio, bien o mal, su adversario Jesús Melgar había tenido el valor para quedarse con la mujer que él amaba y sin embargo, ahora la oportunidad era de él. Ese era el momento para plantear la relación de amantes que exigía tener con esa mujer, lamentablemente, mayor que él.

-      ¿Y nosotros?.
-      ¿Nosotros qué?. – respondió con otra pregunta Amparo.

¿Nuestra relación que és?. Discúlpeme señora, pero creo que la amo, me siento atraído por usted, temo confesarle que la amo, que quisiera cuidarla por siempre y nunca jamás abandonarla, quisiera decirle que usted es la persona más importante que hay en mi vida, que deseo por siempre estar a su lado, que no me importa lo que diga la sociedad, inclusive su propia hija. Señora, quiero estar con Usted. – habló con el todo el corazón, con toda su ansiedad reprimida, en un grito urgente y desesperado de escuchar la respuesta que le diera tranquilidad y seguridad, en los próximos años de su vida.

-      ¡No sigas más Enrique¡…

Pero porque no, porque esconder esta atracción. Ya no existe su marido. Ahora usted vive en esta casona, su hija acaba de ser raptada por su hija, yo no tengo compromiso con nadie, ¿Por qué no podemos comenzar una relación?.

-      ¿Porque nó?. …Soy una persona mayor, podría ser su madre. No será bien visto.
-      Pero su marido nunca la quiso, no le dio las debidas reglas de trato amoroso que una esposa como usted se merece. ¡Señora¡. Yo podría ser ese hombre que la amara y la respetara por siempre.
-      Usted no puede tener ningún respeto por mi, porque olvida que entro a esta casa por mi hija. Que es el prometido de ella, que mi marido en vida le dio la confianza que su futuro yerno merecía.
-      ¡Su marido era un patán¡.
-      ¡Era mi marido¡. … y exijo respeto para él.
-      ¡Perdone señora¡.
-      Haga el favor de retirarse de mi casa por siempre, jamás regrese. No solamente no respeta la relación que sostuvo con mi hija, sino también, no me respeta en mi luto.  - ¡váyase por favor¡. Imploraba en silencio Amparo, no quería volver a ver ese hombre en su vida. Joven tonto, iluso e inexperto, a quien el destino le condeno no haber nacido años mas tarde.

-      ¿Perdone señora?. Nunca fue mi intención faltarle el respeto.  

Ambos se quedaron mudos mirándose profundamente sus ojos, como si ambos se disculparan, como si se hablaran con la mente y dijeran que muy en el fondo de sus corazones, que se amaban apasionadamente. Si Enrique hubiera tomado la decisión, pudo haber cogido de la cintura a Magdalena y sacarle un beso por la fuerza, pero no lo hizo, Amparo espero esa reacción, pero tampoco Enrique tomó la decisión..

-      ¡Perdone señora¡. Nunca fue mi intención dañar la vida de su hija y la suya. Discúlpeme por siempre, pero no sé qué me paso.

Amparo le hubiera gustado haberle contestado a ese hombre y decirle, que era la mente mas brillante de todos los hombres que había conocido, que era un ejemplo se abogado, jurista y aun pese a sus errores, un buen hombre. Le hubiera gustado decirle que también lo amaba y que cada vez que estaba con él, le hacía olvidar la vida desdichada que tenía, su inmensa soledad y conformismo por aceptar seguir una vida lineal, donde lo único que tendría sería la muerte, tras varios días, meses, quizás años, de una espera tediosa.

Jorge Enrique Salcedo Campuzano tomo su sombrero y se despidió de ella, queriéndole decir lo que con palabras jamás podía expresar.  Así es la vida, existen parejas que toman la decisión de ser felices y otras que no. ¡Maldito sea el tiempo, la inseguridad y las circunstancias¡.

Y mientras tanto, las clases de inglés, se suspendieron.