sábado, 3 de septiembre de 2016

CAPITULO 30



Manifiesto a la Nación por el Ciudadano Presidente de la República

General Mariano Paredes Arrillaga.

Los antiguos agravios, decía, las ofensas que desde el año de 1836 ha reproducido incesantemente el gobierno de los Estados Unidos contra el pueblo de México, se consumaron con el insulto de enviarnos un ministro para acreditarlo cerca de nuestro gobierno con el carácter de residente, como si las relaciones entre las dos Repúblicas no hubieran padecido alteración alguna al consumarse el acto definitivo de la incorporación de Texas. Al mismo tiempo que Mr Slindell se presentó, las tropas de los Estados Unidos ocupaban nuestro territorio, sus escuadras amenazaban a nuestros puertos, y se preparaban la ocupación de la península de las Californias, de que no es mas que un preliminar la cuestión del Oregón con la Inglaterra; no admití á Mr. Slidell por que la dignidad de la nación repelía este nuevo insulto. Entretanto el ejército de los Estados Unidos se acantonó en Corpus Christi y ocupó la Isla del Padre Vallín, se dirigió en seguida al Frontón de Santa Isabel, y tremoló el pabellón de las estrellas en la margen derecha del Río Bravo del Norte, frente á la ciudad de Matamoros, apoderándose antes de la navegación del río con sus buques de guerra. La villa de Laredo fue sorprendida por una partida de sus tropas, y desarmado un piquete de las nuestras que se hallaban allí de descubierta. Las hostilidades, pues, se han roto por los Estados Unidos de América, emprendiendo nuevas conquistas sobre los territorios de la demarcación de los departamentos de Tamaulipas y Nuevo León, al paso que tropas de los mismos Estados Unidos amenazan a Monterrey y en la Alta California…Tantos y tan duros ultrajes no podían tolerarse mas tiempo, y he mandado al general en jefe de la División de nuestra frontera Norte, que hostilice al ejército que nos hostiliza, que corresponda al enemigo que nos lo hace, y que, invocando al Dios de las batallas, salve el valor de nuestros soldados el derecho incuestionable a nuestro territorio y el decoro de unas armas que no mas van á emplearse en defensa de la justicia. Moderándose nuestro general por los usos establecidos, y con arreglo a terminantes prevenciones de mi gobierno, intimó al general en jefe de las tropas americanas que retrocedieran al otro lado del río Nueces, antiguo limites de Texas, y la intimación ha sido desechada…Anuncio solemnemente, que no decreto la guerra al gobierno de los Estados Unidos de América, porque al Congreso augusto de la nación pertenece  y no al Ejecutivo resolver definitivamente la reparación que exigen tantas ofensas. Más la defensa del territorio mexicano que invadan tropas de los Estados, es una necesidad urgente, y mi responsabilidad sería inmensa ante la nación si no mandara repeler a las fuerzas que obran como enemigas, y lo he mandado. Desde este día comienza la guerra definitiva y serán defendidos esforzadamente cuantos puntos de nuestro territorio fueren invadidos o atacados.


Palacio Nacional, Ciudad de México a 23 días del mes de abril del 1846

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