domingo, 7 de agosto de 2016

CAPITULO 4




Jesús Melgar sobrino del coronel Mario Melgar Gutiérrez y Mendizábal, siempre quiso ser abogado. Estudiar Jurisprudencia y convertirse en algún funcionario del Supremo Gobierno. ¡Pero la vida no le dio esa oportunidad¡. Mejor dicho, sus quince años de edad, lo hacían sentir, el más infante de todos los adultos y el más adulto de todos los infantes. ¡Tenía que darse cuenta de su triste realidad. El país que le toco vivir, no le brindaba otra oportunidad, más que seguir el ejemplo de su padre, de enlistarse al ejército, para servir a la patria.

- Ser como mi tío. Enlistarme al ejército, hacer una carrera militar que le permitiera alcanzar un mejor nivel de vida. Después de todo, su señor tío a quien quería como su padre así lo había hecho, bien o mal, su posición social no era, si bien es cierto, de la alta sociedad, tampoco lo era de la baja. Estudiar leyes, le resultaba económicamente más difícil, en virtud de que no provenía de una familia de abogados; así que decidió enlistarse, en el Colegio Militar.

Bien o mal gozaba de la recomendación de su tio el Coronel Mario Melgar Gutiérrez y Mendizábal; amigo por cierto, del general Antonio López de Santa Anna. Así que bien o mal, su ingreso al Colegio Militar era casi un hecho seguro. Se convertiría en cadete de la escuela de cadetes, donde cursaría estudios en el arte de las armas, para salir en unos cuantos años, con un alto grado castrense y poder así, ofrecerle algo a su novia.

¡Fernanda¡. Amo a Fernanda. No se si sea su cabello, su cuerpo, el tono de su voz, su persona, no lo sé; todo a ella la amo. Por más que Jesús Melgar volteaba a buscar a otra mujer con las mismas características que de Fernanda, no encontraba; pareciera que su novia, fuera única entre todas las mujeres, ninguna más se le parecía; quizás podían ser más altas, de piel blanca, rubias inclusive; podían llegar a ser mujeres mucho más hermosas que Fernanda; pero para Jesús, su novia, era única entre todas; era una reina, su amada reina, a quien como príncipe azul, tenía que vencer los dragones y los ogros, para estar junto con ella. Para acariciarle el cabello, tomarle la mano y en la intimidad de la soledad, darle un beso a los labios, para decirle, lo tanto que la amaba.

Fernanda, te amo. Tanto es mi amor por ti, que estaría dispuesto a ofrecerte mi vida entera. ¿Pero que podía ofrecerle un muchacho como yo? Se preguntaba una y mil veces Jesús Melgar, quien se encontraba acomplejado de su baja estatura, del color moreno de su piel; por momentos el mismo se odiaba, de ser una persona de baja estatura y de piel tan oscura, que si en el México independiente no hubiera existido la guerra de la independencia, él estaría condenado a que lo confundieran por mulato, quizás por esclavo negro, sería objeto del maltrato y condenado a vivir una casta, que más aún, le imposibilitaría el tan sólo aspirar, a convertirse en un cadete militar. ¡Sería un simple soldado sin botas, condenado a morirse en la primera batalla, al servir de carne de cañón.

Su tio, el Coronel Gutiérrez, apoyo con entusiasmo el que su sobrino, optara por la carrera a las armas. Había que continuar con esa tradición militar que el mismo había inaugurado. Mientras que su tía, Esperaza Valles, pedía a Dios, que su sobrino, a quien también quería como su hijo, no repitiera la experiencia militar de su tio, de servir con esmero a la patria, de morir casi por ella, para que de un día a otro, fuera encarcelado y expulsado del ejército, al grado de también, confiscarle sus bienes.

Agustín Jesús Melgar, sería cadete militar, se lo dijo a su novia Fernanda, quien no pudo comprender, porque esa decisión precipitada de su novio. Porque le tenía miedo a enfrentarse a su padre, el distinguido y famoso escribano Alfonso Martínez del Valle, y decirle a quien sería su suegro; que amaba a su hija; que quería casarse con ella, para hacerla la mujer más feliz.

¡Jesús¡ …¿Serás un cobarde para no decirle a mi padre que me amas?. ¿Tanto te subestimas que no te crees lo suficientemente hombre, para pararte frente a mi señor padre y pedirme en matrimonio?. ¿Por qué irte al Colegio Militar, sino tienes vocación por las armas?. ¿No querías ser abogado como mi padre?. Quizás con coraje, con algo de rabia y de un sentimiento oprimido que por momentos amenazaba con el llanto en ira, Fernanda no podía entender la decisión de su novio. ¡En que había fallado?. ¿Por qué no podía su novio escoger la carrera de leyes, porque diablos tenía que ser un militar. De esos que solamente saben desfilar en las calles, pronunciarse en alzamientos populares, para luego después, perder la vida, a veces de la manera más tonta.



Jesús había tomado esa decisión, porque su ingreso en el ejército le daría un mayor status en la sociedad, que el convertirse en un aristócrata civil para dedicarse a las leyes. Luís bien o mal, se había dado cuenta, que en el país, era gobernado por los militares, no por los civiles. Así que ante la imperiosa necesidad de alcanzar una posición social y consolidar un patrimonio, eran requisitos obligatorios para formar una familia respetable con Fernanda; pero sobre todo, de conseguir la autorización de su suegro. Es por eso que había decidido ingresar a las filas militares para poder en menos tiempo de lo que podía tardar un futuro abogado, tener algún peculio lo suficientemente redituable, paras poderle ofrecer algo a la hija de tan distinguido escribano.

Por eso ingresare al Colegio Militar. ¡Porque te amo Fernanda¡. ¡Porque quiero casarme contigo y ofrecerte, los mismos lujos que te da tu padre. ¡Porque te quiero tanto¡, que pienso todos los días en ti. Fernanda, ¡mi amada Fernanda¡.

Había que seguir simulando ese noviazgo. Esas salidas a misas, que realmente, eran paseos por la Alameda Central; había que besarla en aquellas ocasiones en que el parque y las condiciones del ambiente así lo permitían. Había que darle aquel beso tierno, sincero y puro en su mano, en la frente, en la mejilla y en los labios, para decirle a ella, lo tanto que la amaba. Que sería capaz de morirse por ella, de tomar inclusive la difícil decisión, de alistarse al Colegio Militar.

Fernanda le apasionaba esta aventura. Le encantaba y disfrutaba al máximo, esta sensación de engañar a sus padres, haciéndoles creer que iba a misa, como buena cristiana que era, cuando realmente, lo que hacía, era hablar a escondidas con aquel joven admirador. ¡Era feo¡ No podía negarse que su estatura y el color de su piel, eran motivo suficiente para que ese hombre, fuera rechazado por cualquier mujer. ¡Brillante favor le hacía a Jesús, con andar con él, ella tan bonita, tan alta y distinguida, de piel blanca y cutis suave; junto a este muchacho oscuro, bajo de estatura y de una apariencia de pobre, que no podía disimularse.

Pero aunque Luís fuera el hombre más moreno y bajo del mundo, Jesús era un hombre de buenos sentimientos. Tenía una simpatía que podía contrarrestar cualquier defecto físico que tuviera, inclusive su estatura o el color de su piel. Nadie tenía la inteligencia de él, pero mucho menos, ese sentido del humor, que la hacía reírse hasta carcajadas. Esas ocurrencias de Jesús, eran tan divertidas, que como buena señorita que era Fernanda, tenía que evitar a toda costa, reírse escandalosamente en la plaza, cerrar con todas sus fuerzas la boca, taparse el rostro, para que no se viera el color rojo de su pie, resistiendo las ganas intensas de abrir la boca y dejarse contagiar por lo más chusco, estallar en voz alta el grito de la risa, tan agradable, tan hermoso, más aun, en la presencia del novio clandestino. Reprimir a toda costa la risa, aunque los ojos lagrimearan por el placer de la risa silenciosa.

¡Jesús¡…mi amado Jesús. Que lástima que su condición física no sea el único impedimento para sostener una relación duradera con él, sino también, su origen social y racial. Aunque fuera hijo de un militar y decidiera él iniciarse en la carrera de las armas, seguiría siendo toda su vida, descendiente de indios. De la chusma que no sabe otra cosa que emborracharse e irse de fiesta a fiesta, a olvidarse de su pobreza. ¡Mi padre no lo aceptaría¡.

Jesús tomo la difícil decisión, aunque Fernanda no lo aceptara, no lo comprendiera; ella se molesto tanto con su pretendiente, que de su rabia, su llanto, nació su indiferencia, su desprecio, posteriormente su olvido. Jesús ingresaría a cursar sus estudios en el Colegio Militar de Chapultepetl, aunque en su momento no lo entendiera su novia, se enojara o inclusive amenazara con olvidarlo; sería a la larga la mejor opción para los dos. Por lo que habiendo averiguado Jesús cuales eran los requisitos para su ingreso, sabía que necesitaba la constancia que acreditara estudios básicos, el certificado medico de salud, así como el consentimiento escrito de su padre o tutor.

Su sólo ingreso a la Institución, exigía no solamente cumplir con los requisitos administrativos, sino también, de la recomendación y del financiamiento de los estudios y del internado, que de los padres del cadete, podían hacerle al aspirante. De tal manera, que el Coronel Melgar Gutiérrez y Mendizábal, quien aún con los pocos ahorros, que le quedaban, derivado de las rentas obtenidas durante sus más de tres décadas al servicio de las fuerzas armadas; no dudo en apoyar a su sobrino, quien al igual que él, seguiría su ejemplo. Pagando con ello, de sus propios ingresos, la obtención del certificado de conocimientos que hiciera costear la preparación académica y militar de su menor pariente:
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Jesús agradecido con los últimos favores que le hacía su tio padrino, previo a su emancipación, leía hasta el cansancio, cada uno de sus documentos obtenidos: - “El profesor de Primeras Letras Cosme Varela. Certifica en toda forma que habiendo estado bajo mi dirección el Joven Agustín María José Francisco de Jesús de los Ángeles Melgar Sevilla, se le enseño en el establecimiento público de mi cargo, a leer, escribir, ortografía, gramática, las cuatro primeras de Cuentas; así como también, nociones de teología. Y a pedimento del interesado y para los usos que le convenga, doy la presente en México, a 24 de enero de 1845” – Con todo el orgullo y el ímpetu, leía también el dictamen medico – El profesor en Medicina y Cirugía que suscribe: certifica y jura haber reconocido al joven Agustín María José Francisco de Jesús de los Ángeles Melgar Sevilla, a quien no he encontrado en su naturaleza vicio corporal ni enfermedad aguda o crónica que lo inutilice para la carrera militar, estando completamente sano y bien conformada su constitución. Y para la debida constancia del solicitante, doy a éste el pedimento, para el fin que le convenga. Firmo en Méjico a 25 de enero de 1845.: - Faltaba el consentimiento de su Señor padre, quien orgulloso de la decisión de su hijo, a este le pregunto: “Jesús, el servicio militar es una profesión, una forma de vida a la que debes tomar en serio. Servir a tu patria, pero también, convertirte en un hombre de bien.”. “Aceptas convertirte en soldado del ejército mexicano”, “A servir a la patria hasta el final”, “A poner por debajo tus intereses personales, por el bien del país”, “Estarás dispuesto a morirte con la dignidad y el orgullo que te brinda el uniforme centinela”. “Si aceptas, cursa con entusiasmo tu preparación militar, entrégale a ella si es posible tu vida, si te equivocares en tu profesión, no vuelvas jamás a tu casa, que ni como padrino, ni mucho menos como militar que también soy, aceptare la ofensa que mi ahijado me haga de desertar de esta noble profesión, al que gracias a ella, pude sostener decorosamente a tu madrina y a vos primos y hermanos”. - Acepto padrino, acepto, aunque no quiera decirte el verdadero motivo de mi ingreso al Ejército. Aunque te niegue que no es por amor a las armas, sino por que vivo enamorada de Fernanda, por la que he decidido alistarme al Colegio Militar.- Como no decirte eso padrino, como ocultarle la verdad de mis sentimientos y decirle que mi ingreso a la Corporación, obedece, no a la amor a la patria, sino al enamoramiento que le profeso en secreto a mi novia Fernanda.

Coronel del Ejército Trigarante de la República Mexicana; veterano de combate en las expediciones militares de Tampico, Texas y Veracruz; así como del Ejército de la República: Mario Melgar Gutiérrez y Mendizábal; a Vuestra Señoría comparece y hace presente que estando pretendiendo mi sobrino Agustin María José Francisco de Jesús de los Angeles Melgar Sevilla ser admitido de alumno en el Colegio Militar le tengo dado mi consentimiento para que así lo haga, y además para que terminado el tiempo que según las disposiciones vigentes deba permanecer en dicho establecimiento continué con la gloriosa carrera de las Armas. En consecuencia me obligo a ministrarle el calzado y la ropa interior que necesite durante su permanencia en el repetido establecimiento, aceptando el uniforme que debe portar, así como la distinción que de su Señoría, haga de la admisión a la Corporación de mi menor hijo. Por lo que a Vuestra Señoría Suplico se sirva consentir benignamente este escrito con lo que recibiré gracia, jurando lo necesario. México Enero 25 de 1847.

La firma del padre de Jesús estaba estampada. Por lo que éste emocionado por tener ya con cada uno de los requisitos, busco desesperadamente a su novia Fernanda, quien esperando las horas a que saliera de su casa, con la excusa de asistir a la misa, rogó a su nana le permitiera estar con su novia, tan sólo unos minutos para comunicarle, su decisión de ingresar al Colegio Militar.

Pero Fernanda no le gusto la idea, le pidió a Jesús que reconsiderara su decisión.  Que por favor no la abandonara, que en todo caso, estaría dispuesto a fugarse con él y olvidarse, si ese fuera el caso, irse a vivir a Puebla, a Veracruz, a donde fuera; lejos de México; a un lugar donde nadie los conociera y pudieran vivir juntos, queriéndose siempre, sin el miedo o el reproche, de lo que pueda decir la sociedad, ni mucho menos de su señor padre. Pero ella no entendía, que el amor y el respeto que Jesús le tenía, no le permitía vivir un matrimonio fugitivo; no había sido educado para vivir en el concubinato o amasiato, en la relación clandestina y pecadora; quería casarse con ella, pero siendo el hombre del bien, que sus padres de él habían formado.

Agustín María José Francisco de Jesús de los Ángeles Melgar Sevilla, de quince años de edad, sobrino del Coronel Mario Gutiérrez y Mendizábal, miembro del Ejército Trigarante y de las Fuerzas Armadas de la república mexicana, veterano de las expediciones militares de Tampico, Texas y Veracruz; así como de la honorable Señora Esperanza Sevilla; ante Vuestra Señoría manifiesto que deseoso de servir útil a la Patria en cualquier momento, con el debido respeto y consideración que de su servidor puedan otorgarme; teniendo la salud y la edad necesaria, así como los conocimientos básicos; ruego a Usted se sirvan admitir mi propuesta como cadete del Colegio Militar; pidiendo a Vuestra Señoría mi admisión al establecimiento que dignamente preside; acompañando a mi solicitud certificado de salud y de estudios, consentimiento de mi Señor padre, así como fe de bautizo; suplicando de nueva cuenta, se sirva admitir mi solicitud en la clase de alumno de ésta Institución que distinguidamente manda, en lo que recibiré gracia y merced. México Enero 25 de 1847.

Jesús estaba decidido a registrar su documentación en la Oficina de Ingresos del Colegio Militar. Había firmado ya su solicitud, con la esperanza de que fuera en el menor tiempo posible admitido, para que pudiera de esa forma, convertirse en el joven cadete cuyo traje militar pudiera compensar el status social que su estatura o su condición racial, no le permitían.

Pero Fernanda lloro inconsolablemente, aquella tarde, en que Jesús le comunico su solicitud de ingreso al Colegio de Armas. Lloró en la soledad de su recamara, sin que sus padres lo vieran, lloró de la tristeza, de la desilusión, perdiendo toda la esperanza de volver encontrar en la vida, a otro hombre, igual de agradable que su amado Jesús. Aquella tarde, Fernanda lloró sin que nadie la viera, ni siquiera su propia madre Amparo Magdalena, menos aún su nana, que sabía toda la verdad; rogando a Dios, que el Colegio Militar rechazara la solicitud de su amado.

Sin embargo, habiéndose cumplido los trámites administrativos previos a la admisión, Dios no quiso intervenir ante los rezos de Fernanda, pues días después de formulada la solicitud, Jesús recibió la respuesta que el Director del Colegio Militar hacía de la petición de Jesús.

Coronel Mario Melgar Gutiérrez y Mendizábal.
Hacemos constar que en atención a la solicitud vertida por su sobrino, el joven Agustín María José Francisco de Jesús de los Ángeles Melgar Sevilla, a través del cual pide su admisión como alumno de este establecimiento; y habiendo hecho la Junta Gubernativa la certificación correspondiente; resulta el aspirante tener todas las circunstancias del Reglamento para dicha clase, en tal virtud informo a Vuestra Señoría, que se tiene por admitido el ingreso del referido a esta Corporación. Debiendo apersonarse el citado a éste Colegio, para su debido juramento y alta a la Institución. ¡Dios y Libertad¡. México 2 de febrero de 1845.

Jesús estaba contento de la respuesta satisfactoria del Colegio Militar, su ingreso le permitía, tener la estatura moral y social, para enfrentarse tarde o temprano a su futuro suegro; sin embargo, en alguna parte del mundo, algún corazón de mujer lastimada, no lograría jamás entender esta decisión.




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